El hermoso salón del Hotel Marriott en Chicago estaba completamente lleno con más de mil trescientos estudiantes universitarios y coordinadores de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Estos parecían estar pendientes de cada una de mis palabras mientras les explicaba uno de los descubrimientos espirituales más emocionantes que había hecho: cómo amar por fe.
Por años yo había hablado sobre el amor. Hasta tenía un sencillo bosquejo de cuatro puntos:
Sin embargo, como ocurre en la mayoría de los sermones sobre el amor, faltaba algo. Luego, hace algunos años, fui despertado muy temprano de un profundo sueño. Sabía que Dios tenía algo que decirme. Me sentí impelido a levantarme, abrí mi Biblia y me arrodillé a leer y a orar. Lo que descubrí en las dos horas siguientes, ha enriquecido mi vida y la de miles de personas desde entonces. Había aprendido cómo amar.
Junto con este descubrimiento, Dios me dio el mandato de compartir esta verdad con todos los cristianos alrededor del mundo. Durante aquel tiempo especial y transformador de comunión con el Señor, yo recibí un quinto punto para agregar a mi sermón sobre el amor: nosotros amamos por fe.
El amor es lo más extraordinario y maravilloso del mundo - Es el mayor privilegio y el más grande poder que el hombre conoce. El énfasis del amor de palabra y de hecho, cambió el curso de la historia, cuando los cristianos del primer siglo demostraron una calidad de vida que nunca se había visto en esta tierra. Los griegos, los romanos, los gentiles y los judíos se odiaban entre sí. La sola idea del amor y el sacrificio personal era completamente ajena a su pensamiento. Cuando observaban a los cristianos de diferentes naciones, con idiomas y culturas diferentes, amándose de verdad y sacrificándose para ayudar al otro, exclamaban sorprendidos, “¡Miren cómo esas personas se aman unos a otros!”
En mi conferencia desafié a los estudiantes a ser parte de una revolución de amor. Les sugerí que hicieran una lista de todas las personas que no les agradaban y que comenzarán a amarlos por fe.
A la mañana siguiente, muy temprano, una joven con ojos alegres y rostro radiante me dijo, “Mi vida cambió anoche. Por muchos años había odiado a mis padres. No los he visto desde que tenía diecisiete años, y ahora tengo veintidós. Abandoné mi hogar hace cinco años, luego de una pelea y nunca les volví a hablar ni les he escrito desde entonces, a pesar de que ellos han intentado convencerme varias veces de regresar a casa. Me decidí a nunca volverlos a ver. Los odiaba.
“Hace algunos meses, antes de llegar a ser cristiana”, continuó, “era drogadicta, vendía estupefacientes y caí en la prostitución. Anoche usted me dijo cómo amar a mis padres, y yo apenas podía esperar a salir de esta reunión para llamarlos. ¿puede creerlo? Ahora realmente los amo con el amor de Dios y apenas puedo esperar para verlos”.
Todo mundo desea ser amado. La mayoría de los psicólogos están de acuerdo en que la necesidad más fuerte del hombre es amar y ser amado. Ninguna barrera puede resistir la poderosa fuerza del amor.
Hay tres palabras griegas que se traducen como “amor”: eros, que sugiere deseo sensual y la cual no aparece en el Nuevo Testamento; fileo, que es utilizada para describir la amistad o el amor de amigos y parientes, que sugiere el amar a alguien porque es digno de ese amor; y agape, que es el amor de Dios: el más puro, el amor más profundo, expresado no mediante meras emociones sino como un acto de la voluntad.
Agape es el amor sobrenatural e incondicional que Dios nos tiene, revelado de forma suprema en la muerte de nuestro Señor Jesucristo en la cruz por nuestros pecados. Es éste el amor sobrenatural que Él quiere producir en usted, y a través de usted hacia otros, por medio de Su Espíritu Santo. El amor agape se fundamenta en el carácter de la persona que ama y no en cuán digno es el objeto de ese amor. Algunas veces es amar “a pesar de” en vez de “debido a”.
Dios subraya la importancia de esta clase de amor, por medio de la pluma inspirada del apóstol Pablo en 1 Corintios 13. En este hermoso y singular pasaje de la Biblia, Pablo escribe que, sin amor, todo lo que usted pueda hacer para Dios o para los demás carece de valor. Considere estas palabras:
En otras palabras, nada de lo que usted haga por Dios o por los demás tiene valor a menos que esté motivado por el amor de Dios”.
Pero, ¿qué es agape? ¿Cómo se expresa esta clase de amor? El apóstol Pablo nos proporciona una descripción excelente:
En el capítulo siguiente el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, advierte: “Seguid el amor”. Permítame compartirle cinco verdades fundamentales sobre el amor, que seguramente le ayudarán a entender los fundamentos del amar por fe.
Dios ama con amor agape, el amor descrito en 1 Corintios 13. Él lo ama tanto que envió a Su Hijo a morir en la cruz por usted, para que pueda tener vida eterna. Su amor no se basa en su desempeño. Cristo lo ama tanto que, aun siendo usted un pecador, murió por usted.
El amor de Dios por usted es incondicional e inmerecido. Él lo ama a pesar de su desobediencia, de su debilidad, de su pecado y de su egoísmo. Él lo ama lo suficiente como para proveerle un camino a la vida abundante y a la vida eterna. Desde la cruz Cristo exclamó, “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Si Dios amaba tanto a aquellos pecadores, ¿puede imaginarse cuánto lo ama a usted, que es Su hijo por medio de la fe en Cristo y además alguien que trata de agradarlo?
La parábola del hijo pródigo, tal como está relatada en San Lucas, capítulo 15, ilustra el amor incondicional de Dios por Sus hijos. Un joven le pidió a su padre que le diera la parte de la herencia que le correspondía, empacó sus pertenencias y partió a un pueblo lejano donde malgastó todo su dinero en fiestas y prostitutas. Cuando el dinero se le acabó, una gran escasez de alimentos asoló ese país, y aquel hijo pródigo comenzó a pasar hambre. Finalmente volvió en sí y se dio cuenta que los empleados de su padre al menos tenían comida. Por fin se decidió y dijo, “Me levantaré, iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo, hazme como uno de tus jornaleros”.
Cuando él todavía estaba lejos, su padre lo vio y se llenó de amorosa misericordia. Corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. Yo creo que el padre vio a su hijo cuando éste aún estaba lejos, porque él estaba orando por su regreso y cada día pasaba bastante tiempo mirando el camino solitario por el que creía que su hijo retornaría.
Aún mientras su hijo estaba confesándole sus pecados, el padre lo interrumpió para ordenar a sus siervos que mataran al becerro gordo y prepararan una fiesta pues su hijo perdido se había arrepentido; había cambiado de modo de pensar y había retornado para ser nuevamente parte de la familia.
Dios demostró Su amor por nosotros desde antes que fuéramos cristianos. Esta historia demuestra claramente que Dios continúa amando a aquéllos que se han alejado de Él desviándose. Él espera ansiosamente su retorno a la familia y a la comunión cristiana.
A pesar de que usted sea desobediente, Él continúa amándolo, esperando que usted responda a Su amor y perdón. El apóstol Pablo escribe:
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por Él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
El amor que Dios tiene por usted rebasa la comprensión humana. Jesús oraba “para que todos (los discípulos y creyentes de todas las edades) sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti...Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”.
Piense en esto. Dios lo ama tanto como ama a Su único Hijo amado, el Señor Jesús.
¡Qué verdad asombrosa y sobrecogedora para ser comprendida! Usted no debe temer a alguien que lo ama perfectamente. Usted nunca debe resistirse a confiarle a Dios toda su vida, porque Él realmente lo ama. Y la parte más increíble de todo esto es que Él lo ama aun cuando usted es desobediente.
A nivel humano encontramos un ejemplo similar en el amor que los padres demuestran por sus hijos. Yo amo a mis hijos igual cuando son desobedientes que cuando son buenos. Pensando en su propio bien, y sin embargo porque los amo, algunas veces consideré que era necesario corregirlos. Lo mismo sucede en su relación con Dios. Cuando usted es desobediente, Él lo disciplina y lo corrige porque lo ama.
En Hebreos 12 se nos enseña sobre el amor que motiva la disciplina de Dios:
La muerte de Cristo en la cruz satisfizo de una vez y para siempre la ira y la justicia de Dios por el pecado del creyente. Ahora Dios lo corrige y disciplina para ayudarlo a crecer y madurar espiritualmente.
Los primeros cristianos soportaron gran persecución, terribles dificultades y sufrimientos increíbles. Pero Pablo les escribió
Un amor así supera la capacidad de comprensión de nuestras mentes, pero no nuestra habilidad de experimentarlo en nuestros corazones.
Cierto maestro de la ley le preguntó a Jesús, “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?”
Jesús contestó, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
En cierto momento en mi vida cristiana, me sentí confundido por el mandamiento de amar a Dios tan totalmente. ¿Cómo podía yo alcanzar un nivel tan elevado? Dos consideraciones muy importantes me han ayudado a desear amarlo y agradarlo completamente.
Primero, el Espíritu Santo ha llenado mi corazón con el amor de Dios, como lo prometió, en la epístola a los Romanos:
Segundo, meditando en los atributos de Dios y en las maravillas que Él ha hecho y está haciendo por mí, siento que mi amor por Él está creciendo. Yo lo amo porque Él me amó primero.
¿Cómo es posible que Dios me amara tanto al punto de estar dispuesto a morir por mí
¿Por qué Dios me escoge para ser Su hijo? ¿En base a qué méritos personales merezco ser Su embajador para compartir las Buenas Nuevas de Su amor y perdón al mundo?
¿Por qué merezco el privilegio de Su presencia constante y Su Espíritu Santo en mí, y Su promesa de suplir todas mis necesidades conforme a Sus riquezas en gloria? ¿Por qué puedo gozar del privilegio, negado a la mayoría de las personas del mundo que no conocen a nuestro Salvador, de levantarme cada mañana con una canción en mi corazón y una alabanza en mis labios por el amor, el gozo y la paz que Él tan generosamente da a todos los que confían en Su único Hijo, el Señor Jesús?
Yo era un cristiano nuevo cuando le propuse matrimonio a Vonette, la que ahora es mi esposa. Ella había sido miembro activo de la iglesia, sin embargo y lo descubrí después, en ese tiempo ella misma no era cristiana. Imagínese su angustia cuando, en mi celo por Cristo, le expliqué que yo amaba a Cristo más de lo que la amaba a ella, y que Él ocuparía siempre el primer lugar en mi vida. Yo había cometido el error de no explicar, ni siquiera me había dado cuenta en ese tiempo, que precisamente debido a mi amor por Dios yo podía llegar a amarla más. Más adelante, antes de casarnos, ella también experimentó el amor y perdón de Dios y se convirtió en hija de Dios.
A lo largo de los años, el Señor también ha llegado a ser el primero en la vida de mi esposa, y como Él es ahora el primero en nuestras vidas, disfrutamos una relación de amor mucho más profunda que la que hubiéramos experimentado de otro modo. A pesar que mis responsabilidades en Su servicio me llevan a muchas partes del mundo y a menudo estoy lejos de Vonette y de mi hogar, nosotros encontramos nuestro pleno gozo y satisfacción en Él. Los momentos en los que tenemos el privilegio de estar juntos, son de lo más maravillosos debido a nuestro mutuo amor por Él y de Su amor por nosotros.
El que no ha aprendido a amar a Dios y a buscarlo por sobre todo y todos, es digno de compasión, porque esa persona está perdiendo las bendiciones que esperan a todos los que aman a Dios con todo su corazón, su alma y su mente.
El cumplir el mandamiento de amar al prójimo como a sí mismo será algo natural, si verdaderamente ama a Dios con todo su corazón, su alma y su mente. Si usted mantiene una relación apropiada con Dios en un plano vertical, estará relacionado correctamente con los demás en el plano horizontal.
Por ejemplo, pensemos en las bolas de billar. Estas al rodar libremente sobre una mesa, naturalmente chocan entre sí debido a la forma que tienen. Pero si nosotros atamos cuerdas a estas esferas y las alzamos y sostenemos perpendiculares a la mesa, las bolas se agruparán entre sí.
Cuando los cristianos estén vitalmente unidos a Cristo, bien relacionados con Dios, y estén caminando en el Espíritu, amándolo con todo su corazón, alma y mente, entonces cumplirán el mandato de Dios de amar a los demás como a sí mismos.
El apóstol Pablo explica:
El amor por Dios y por los demás, es el que resulta en justicia, en fruto, y en gloria para Cristo.
Además, se le ha ordenado amar a los demás, porque ese amor da testimonio de su relación con el Padre celestial. Usted demuestra que pertenece a Cristo por medio de su amor a los demás. El apóstol Juan prácticamente equipara la realidad de su salvación con la forma en que usted ama a otros, cuando él dice que si usted no ama a otros, no conoce a Dios porque Dios es amor.
El apóstol Juan dice:
Jesús dice:
Como cristiano, usted debe amar a su prójimo porque éste es una criatura de Dios hecha a Su imagen; porque Dios ama a su prójimo; y porque Cristo murió por su prójimo. Siguiendo el ejemplo de nuestro Señor, usted debe amar a todos, así como Cristo lo hizo. Usted debe consagrar su vida a ayudar a otros a experimentar Su amor y perdón.
Jesús también dice:
Cuando los cristianos comiencen a actuar como tales y amen a Dios, a sus prójimos, a sus enemigos y especialmente a sus hermanos cristianos, sin importar el color, raza o clase, seremos testigos en nuestro tiempo, como en el primer siglo, de una gran transformación en toda la sociedad. Las personas se maravillarán cuando observen nuestro amor, así como se maravillaron aquellos que observaron a los creyentes del primer siglo, diciendo, “¡Cómo se aman unos a otros”!
He aconsejado a muchos jóvenes estudiantes y a adultos que no pueden aceptarse a sí mismos. Algunos se sienten cargados de culpas debido a que guardan pecados sin confesar; otros no se sienten satisfechos con sus desventajas físicas. Hay algunos que inclusive se sienten inferiores mental y físicamente. Mi consejo para todos y cada uno de ellos es, “Dios te ama y te acepta tal como eres.” Usted debe hacer lo mismo. ¡Deje de mirarse a sí mismo! Enfoque su amor y su atención en Cristo y en los demás.
Comience a olvidarse de sí mismo sirviéndole a Él y a los demás.
El amor de Dios es una fuerza unificadora entre los cristianos. El apóstol Pablo advierte, “sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” “Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor”.
Sólo el amor universal de Dios puede abrirse paso en medio de los problemas, y romper las barreras creadas por las diferencias humanas. Sólo una consagración total a Cristo, quien es la fuente del amor, puede aliviar la tensión, mitigar la desconfianza, estimular la apertura, sacar lo mejor de las personas, y prepararlos para servirle juntos en forma fructífera.
Una madre me compartió que el descubrimiento de estos principios la capacitó para ser más paciente y amable con su esposo y con sus hijos. “Los niños me sacaban de mis casillas con sus exigencias infantiles,” confesó. “Yo me mostraba irritable con ellos y como me sentía tan infeliz, era una esposa criticona y quejosa. No era de extrañar que mi esposo encontrara excusas para trabajar hasta tarde en la oficina. Ahora todo es diferente. El amor de Dios satura nuestro hogar desde que yo aprendí a amar por fe”.
Un esposo dijo, “Mi esposa y yo nos hemos enamorado de nuevo, y ahora verdaderamente disfruto en mi oficina trabajando con personas que antes de aprender a amar por fe, me parecían desagradables”.
Así como “los que están en la carne (las personas mundanas, carnales) no pueden agradar a Dios,” en sus propias fuerzas, usted tampoco puede amar como debiera.
Usted no puede demostrar a los demás el amor ágape, el amor incondicional de Dios, a través de sus propios esfuerzos. ¿Cuántas veces usted se decidió a amar a alguien? ¿Con cuánta frecuencia ha intentado simular un sentimiento positivo y de amor hacia alguna persona, por la cual no siente nada? Es imposible, ¿no es cierto? Basado sólo en sus propias fuerzas no se puede amar con el amor de Dios.
Por naturaleza los seres humanos no somos ni pacientes ni amables. Somos celosos, envidiosos y jactanciosos. Somos orgullosos, altivos, egoístas, rudos, y exigimos que las cosas se hagan a nuestra manera. ¡Nosotros no podemos amar a los demás como Dios nos ama!
El amor de Dios fue el que lo trajo a Cristo. Un amor así es el que puede sostenerlo y animarlo cada día. Mediante Su amor en usted, es posible atraer a otros a Cristo y aun servirles a sus amigos creyentes, como Dios le ha ordenado.
El amor de Dios estuvo expresado de modo supremo en la vida de Cristo. Usted tiene un panorama completo del amor de Dios en el nacimiento, carácter, enseñanzas, vida, muerte y resurrección de Su Hijo Jesucristo.
¿Cómo entra este amor a su vida? Se hace suyo en el momento en que usted recibe a Jesucristo y el Espíritu Santo entra en su vida. La Biblia dice, «porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado».
Dios es Espíritu y el “fruto del Espíritu es amor...”
Cuando usted es controlado por el Espíritu Santo, puede amar con el amor de Dios.
Cuando Cristo viene a su vida y usted llega a ser cristiano, Dios le proporciona los recursos para ser una persona diferente. Con la motivación, Él también le da la habilidad. Él le provee una nueva clase de amor.
Pero, ¿qué pasos se siguen para que el amor sea una realidad práctica en su vida?
¿Cómo se ama? ¿Tan solo determinándose a hacerlo? ¿Imponiéndose esa disciplina? De ninguna manera. La única forma de amar está explicada en el punto final de mi bosquejo.
Todo lo que tiene que ver con la vida cristiana, se basa en la fe. Usted ama por fe, así como cuando recibió a Cristo por fe, así como cuando es lleno del Espíritu Santo por fe, y así como cuando camina por fe.
Si el fruto del Espíritu Santo es amor, es lógico que usted se pregunte, “¿No es suficiente estar lleno del Espíritu?” Esto puede ser correcto desde el punto de vista de Dios, pero no siempre lo será en lo concerniente a su experiencia presente.
Muchos cristianos han amado con el amor de Dios y han demostrado el fruto del Espíritu en sus vidas sin pedir, consciente ni específicamente, Su amor por fe. Sin embargo, sin darse cuenta del hecho, ellos en efecto estaban amando por fe; en consecuencia, no creen que sea necesario pedir el amor de Dios por fe, como un acto específico.
En Hebreos 11:6 se nos dice, “sin fe es imposible agradar a Dios”. De seguro entonces que donde no hay fe, no habrá ninguna demostración del amor de Dios.
Si a usted le resulta difícil amar a otros, recuerde que Jesús ordenó, “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Amar es la voluntad de Dios para usted. El no le ordenaría hacer algo para lo cual no lo capacita primero. En 1 Juan 5:14,15, Dios promete que si usted pide algo conforme a su voluntad, Él oye y responde.
Relacionando esta promesa con el mandamiento de Dios, usted puede pedir por fe el privilegio de amar con el amor de Dios.
Dios tiene a su disposición una provisión inagotable de Su divino y sobrenatural amor ágape. Es para que usted lo pida, para que crezca en él, para que lo derrame a otros y así alcance a cientos y a miles con el amor que vale, el amor que los traerá a Jesucristo.
Para experimentar y compartir este amor, debe pedirlo por fe; es decir, debe confiar en Su promesa de que Dios le dará todo lo que necesita para hacer su voluntad, con base en Su mandamiento y de Su promesa.
Esta verdad no es nueva. Está esculpida en la Palabra de Dios desde hace dos mil años, pero fue un nuevo descubrimiento para mí aquella mañana años atrás, y desde ese momento, para muchos miles de cristianos con quienes la he compartido. Cuando comencé a practicar el amar por fe, me di cuenta que los problemas de tensión con otras personas parecían desaparecer, a menudo milagrosamente.
En cierta oportunidad, tuve problemas para amar a un colega de ministerio cristiano. Eso me confundía. Yo quería amarlo. Yo sabía que se me había ordenado amarlo. Sin embargo, debido a ciertas áreas de inconsistencia y a nuestras diferentes personalidades, me era difícil amarlo. El Señor me recordaba en 1 de Pedro 5:7 “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”.
Entonces decidí entregarle a Él este problema y amar a este hombre por fe. Cuando pedí por fe el amor de Dios por este hombre, mi preocupación desapareció. Yo sabía que el problema estaba ya en las manos de Dios.
Una hora después encontré debajo de mi puerta una carta de este hombre, para quien era imposible saber lo que yo recién había experimentado. En efecto, su carta había sido escrita el día anterior. El Señor había previsto mi cambio. Este amigo y yo nos reunimos esa tarde y tuvimos el tiempo de oración y comunión más maravilloso que cualquiera de los que hubiéramos podido experimentar por nuestra cuenta. Amar con el amor de Dios por fe, había hecho la diferencia en nuestra relación.
Dos destacados abogados tenían una fuerte animosidad. Es más, se odiaban. A pesar de que ambos eran miembros distinguidos de la misma firma, se criticaban constantemente y se hacían la vida infeliz el uno al otro.
Uno de estos hombres recibió a Cristo por medio de nuestro ministerio y algunos meses después vino a buscar consejo.
“Yo he odiado y criticado a mi compañero por años”, dijo, “y él también ha sido mi enemigo. Pero ahora que soy cristiano, no me siento bien de seguir con esta guerra personal. ¿Qué debo hacer?”
“¿Por qué no le pides a tu colega que te perdone y le dices que le amas?” le sugerí. “¡Jamás podría hacer eso!” exclamó. “Eso sería hipocresía. Yo no lo amo. ¿Cómo puedo decirle que lo amo si eso no es verdad?”
Le expliqué que Dios ordena a sus hijos que amen aun a sus enemigos y que Su amor ágape, incondicional y sobrenatural es una expresión de nuestra voluntad, la cual ejercitamos por fe.
Por ejemplo, el amor de 1 Corintios 13 es:
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
“Usted se dará cuenta”, le expliqué, “que cada una de estas descripciones del amor no es una expresión de las emociones, sino de la voluntad”.
Nos arrodillamos juntos a orar y mi amigo le pidió perdón a Dios por su actitud de crítica hacia su colega y pidió el amor de Dios por fe.
A la mañana siguiente, mi amigo caminó hacia la oficina de su colega y le contó, “Me ha sucedido algo maravilloso. Me hice cristiano. Hoy vine a pedirte perdón por todo el daño que te hice en el pasado y a decirte que te aprecio”.
Su colega estaba tan sorprendido y convencido de su propio pecado que respondió a esta sorprendente confesión, pidiéndole perdón a mi amigo. Luego, para sorpresa de mi amigo, su colega le dijo, “Me gustaría también llegar a ser cristiano.
¿quisieras mostrarme qué es o qué necesito hacer?»
Luego mi amigo le mostró cómo llegar a ser cristiano, presentándole el mensaje contenido en las Cuatro Leyes Espirituales. Luego se arrodillaron juntos a orar.
Después ambos vinieron a verme y me contaron este maravilloso milagro del amor de Dios.
Un asistente especial de un antiguo gobernador de California, visitó una vez nuestras oficinas en Arrowhead Springs. Durante su visita él recibió a Cristo como Salvador y Señor. Pronto comenzó a descubrir cómo amar por fe. Recientemente su hijo había abandonado el hogar después que tuvieron una discusión. Examinando este problema, este nuevo cristiano se dió cuenta que él nunca le había dicho a su hijo que lo amaba. En el camino de regreso a su hogar, le pidió al Señor que trajera a su hijo al hogar para que él pudiera enmendar sus errores. Quería expresarle su amor. Cuando él estaba llegando a su hogar, su corazón dio un vuelco. ¡La luz del piso superior indicaba que su hijo había retornado a casa! Enseguida, padre e hijo se abrazaron, se reconciliaron, y establecieron una relación nueva basada en el amor perdonador de Dios.
Un joven universitario jugador de fútbol, había crecido en una comunidad donde las personas de color eran rechazadas. Por esta razón, para él siempre había sido imposible amar a las personas de color. Una noche él me oyó hablar a un grupo racialmente heterogéneo de estudiantes acerca de amar por fe, poniendo un énfasis especial en amar a las personas de otras razas.
“Mientras usted oraba”, me dijo más tarde, “yo le pedí a Dios que me enseñara a amar a las personas de color. Luego, cuando me marchaba del auditorio, la primera persona que vi fue a un hombre de color que estaba hablando con una joven blanca. Esa era la situación más enojosa que usted pueda imaginar para un hombre que odia a las personas de color. Pero, de pronto sentí compasión por ese hombre! En otro tiempo, lo habría detestado y probablemente me habría enojado y habría sido rudo con él. Pero Dios oyó mi oración”.
Esa misma noche una pareja de jóvenes de color se me acercó en el pasillo del hotel Arrowhead Springs, en California. Se veían radiantes.
“Algo maravilloso me pasó anoche”, dijo la joven. “Fui liberada del odio que sentía contra los blancos. Yo odiaba a los hombres blancos desde que era una niña. Sabía que como cristiana debería amarlos, pero no podía ayudarme a mí misma. Odiaba a los blancos y quería vengarme. Anoche comencé a amarlos por fe. Esto realmente da resultado”.
El joven agregó, “También dio resultado en mí; ahora mi odio por los blancos ha desaparecido. Gracias por enseñarnos cómo amar por fe”.
Hombres blancos que odiaban a las personas de color y personas de color que odiaban a los blancos, han descubierto el amor sobrenatural de Dios por ellos. Los esposos cristianos que estaban viviendo en conflicto, han pedido al amor de Dios por fe y también han visto surgir milagros. Los problemas entre padres e hijos han sido resueltos y la brecha generacional ha sido cubierta, amando por fe.
Los conflictos en el trabajo han sido resueltos. Los enemigos dejan de ser enemigos, cuando usted los ama por fe. El amor de Dios tiene el poder de disolver los prejuicios y de romper las barreras
El amor es el más grande poder que el hombre ha conocido. El amor ha cambiado el curso de la historia del mundo del primer siglo de la era cristiana. Dios está usándolo para traer una nueva revolución en el siglo veinte. Nada puede vencer al amor de Dios.
En el primer siglo de nuestra era, se produjo una unión del amor y la fe que dió como resultado una gran revolución espiritual en todo el mundo conocido. Luego esa unión se perdió al final de la Edad Media. El descubrimiento de Martín Lutero y sus colegas de que “el justo por la fe vivirá” fue el punto de partida de la Reforma Protestante y de otros movimientos poderosos del Espíritu de Dios, pero hubo poco amor. En verdad, fueron muchos los conflictos que caracterizaron esta época.
Hoy, Dios quiere recordarnos la unión bíblica de los dos - la fe y el amor-. Por medio de la fe, ese divino y sobrenatural amor de Dios alcanzará los lugares cuyo acceso parece imposible, para capturar a hombres y mujeres para Cristo. El amor que resulta de esa fe cautivará a las personas en todas partes, de tal forma, que mientras nosotros vivamos y amemos por fe, propagaremos el amor de Dios por todo el mundo. Este amor es contagioso, atractivo y agresivo. Crea verdadera hambre de Dios. Es activo - está buscando constantemente cosas amorosas que hacer, personas que inspirar y vidas que cambiar.
Leonardo es un ejemplo. La noche que él recibió a Cristo como su Salvador personal, su corazón se llenó de amor, y se produjo un gran cambio en él. Hasta entonces él había odiado a todos y a todo.
A menudo, cuando por las noches llegaba borracho a su hogar, pateaba a su perro para sacarlo del portal. En el proceso, el perro ladraba, gruñía e intentaba morderlo, tambaleándose y temblando bajo la influencia del alcohol, Leonardo perseguía al perro alrededor de la mesa del patio.
Enseguida se agregaba su esposa a la pelea. Comenzaban a insultarse mutuamente y se peleaban. Eventualmente, él pateaba al perro y lo arrojaba fuera del portal, desparramando sillas y floreros por todos lados.
“Pero la noche que recibí a Cristo”, cuenta, “estaba tan lleno de amor que creo que aun el perro percibió que yo era diferente. Se movió sobre su barriga y se arrastró hacia mí. Se acostó sobre los mismos pies que noches antes lo habían pateado”
El amor ágape se expresa frecuentemente como un rebosar de compasión. Jesús dijo, “el que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”.
La compasión es uno de esos ríos. Es un torrente de afecto y preocupación por las necesidades de otras personas. Tal amor impulsó a Jesús a saciar el hambre, a aliviar la tristeza, a sanar la enfermedad, a enseñar a las multitudes y a levantarse de la muerte.
En algunos momentos de nuestra vida, la mayoría de nosotros hemos experimentado este fluir de amor hacia alguien.
Tal vez usted lo sintió mientras lavaba los platos, o mientras trabajaba, o conducía en la carretera, o estaba sentado en el aula. Usted no podía explicárselo pero su impulso era de hacer algo especial por una persona.
Yo le animo a tomar el primer paso; comience a amar por fe y siga ese fluir. La compasión de Dios fluirá hacia el que esté en necesidad. El impulso del amor en usted, significa que Él está llenándolo con compasión santa y que Él lo ha escogido para servirle a esa persona.
Pídale a Dios que de alguna forma manifieste su tierna compasión a través de usted el día de hoy. Cuando ore, pídale que ponga a alguien en su corazón. Cuando sienta el amor de Dios fluyendo a través de usted hacia esa persona, descubra sus necesidades y comience a servirle en esa necesidad. Siguiendo la guía del Espíritu Santo, usted puede ayudar a quienes el Señor ha preparado para experimentar Su toque transformador y así será parte de Su maravillosa provisión. Cuando Dios le guíe a ayudar a alguien, Él lo capacitará para cumplir lo que le ha ordenado.
Una revista japonesa tiene un dibujo de una mariposa en una de sus páginas. Su color es un gris oscuro hasta que una persona le pasa la mano. El toque de una mano hace que la tinta especial utilizada en la impresión reaccione y el gris oscuro se transforma en un brillante arco iris de color.
¿Qué otras cosas podrían ser cambiadas por el cálido toque de su interés y de su amor ágape? ¿Su familia, quizás? ¿Su ciudad, tal vez? Este mundo herido, sigue hambriento por experimentar el toque de alguien que se interese, ¡que realmente se interese! A través del amor ágape de Dios, usted puede ser ese alguien.
¿Pero qué sucede con aquéllos que nos parecen muy difíciles? Son esas personas con las que usted no puede congeniar. Individuos cuyas actitudes lo llevan al camino errado. Yo le animo a hacer una lista de personas que a usted no le agradan y que comience a amarlos por fe. Tal vez usted mismo se colocará en la lista. ¿Ha pensado en aplicarse a sí mismo las verdades de 1 Corintios 13 por fe? Pídale a Dios que le ayude a verse como Él lo ve. Usted no tiene razón para no amarse, si, Su creador ya lo ha perdonado y le ha demostrado Su amor incondicional muriendo por usted.
Si Cristo está en usted, usted está completo porque Cristo mismo es el amor perfecto, la paz perfecta, la paciencia perfecta, la bondad perfecta. Él es todo bondad y Él está en usted.
Siempre que Satanás intente atacarlo recordándole los pecados que usted ya ha confesado, o exagerando sus debilidades y defectos, pida en fe el perdón y la justicia de Dios. Agradézcale al Señor porque, según la autoridad de Su Palabra, usted no puede ser intimidado por las acusaciones de Satanás. Agradézcale a Dios que usted es Su hijo y porque sus pecados han sido perdonados. Agradézcale a Dios que Satanás no tiene control sobre usted, excepto hasta donde Dios permite. Luego, eche toda su preocupación sobre el Señor como Él lo ordenó en 1 Pedro 5:7.
En la lista de las personas a las que usted amará por fe, quizás se encuentre su jefe, un compañero de trabajo, su cónyuge, sus hijos o sus padres. Ore por cada uno de ellos. Pídale al Espíritu Santo que lo llene con el amor que Cristo les tiene. Luego, intente reunirse con ellos mientras apropia el amor ilimitado, inagotable y sobrecogedor de Dios por estas personas. Espere que Dios obre a través de usted.
Observe cómo Él usa su sonrisa, sus palabras y su paciencia para expresar Su amor por cada persona.
Ame por fe a todos sus “enemigos”, a todo el que lo haga enojar, al que lo ignore, lo moleste y lo frustre. Las personas están esperando ser amadas con el amor de Dios.
Un ama de casa, quien durante un largo y frío invierno, había visto a su familia pasar por las paperas, el sarampión, una nariz quebrada, tres nuevos dientes del bebé e innumerables dificultades, llegó al punto donde estas presiones y demandas fueron ya demasiado para ella finalmente, de rodillas, comenzó a protestar, “¡Oh, Señor, tengo tanto que hacer!” Pero imagínese su sorpresa cuando ella misma se oyó decir, “¡Oh, Señor, tengo tanto que amar!” Usted nunca se quedará sin oportunidades para amar por fe.
Recuerde, el amor ágape es un acto de la voluntad, no sólo una emoción. Usted ama por fe. Por fe, usted puede pedir el amor de Dios paso a paso, persona tras persona.
“El fruto del espíritu es amor..”. Como un fruto, el amor crece. Para producir frutos se requiere primero de una semilla, luego de una flor, luego de la polinización, luego del calor del sol y las lluvias refrescantes, e inclusive de vientos contrarios. De la misma forma en la vida diaria, su amor recibirá el calor del gozo, será mojado por lágrimas y será desparramado por los vientos de las circunstancias.
Dios usa todas sus experiencias para obrar Su divina voluntad en su vida Él es quien hace crecer su amor. Es un proceso continuo, siempre creciente. Como Pablo dice, “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos..”
Ahora, ¿cómo lo motiva el amar por fe a participar en la evangelización personal y a contribuir en el cumplimiento de la Gran Comisión?
Cuando usted comience verdaderamente a amar a Dios por fe, con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas y cuando ame a su prójimo como a usted mismo, comenzará a ver a la gente como Dios la ve, como personas de gran valor, como aquellos por quienes Cristo murió. Como resultado, seremos motivados por el mismo amor que constreñía al apóstol Pablo, quien dijo, “amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”.
El amor, el gran amor de Dios, hace que la Gran Comisión se constituya en un privilegio y en una responsabilidad personal. Cuando los no-cristianos observan que los creyentes no sólo dicen que se aman entre sí sino que también lo demuestran a través de sus acciones, ellos, como sus congéneres del primer siglo, se maravillarán de ver “cómo se aman mutuamente” y serán guiados a recibir y a adorar a nuestro Salvador junto con nosotros.
¡Cuán emocionante es tener un poder así dinámico y gozoso, y disponible para nosotros! Y todo viene de nuestro amoroso Salvador, Jesucristo, quien le promete claramente en Su palabra todo lo que usted necesita. Usted no debe sólo esperar, ni sólo desear, ni sólo querer. Usted puede pedir este amor por fe, ahora mismo, basándose en el mandato de Dios de amar, y en base a su promesa de responder cualquier cosa que usted pida conforme a Su voluntad.
Le invito a orar de la siguiente manera: “Señor, Tú nunca me hubieras ordenado amar, sin capacitarme para hacerlo. Por lo tanto, ahora mismo y basándome en la autoridad del mandamiento que me das de amar y en la autoridad de Tu promesa que me asegura que respondes si pido algo conforme a Tu voluntad, pido Tu amor, el amor de 1 Corintios 13, para amarte a ti, para amar a las demás personas, y para aceptarme y amarme a mi mismo. Amén”.