Una de mis responsabilidades al dirigir la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, es reunirme cada año con los directores del ministerio de cada continente.
Frecuentemente, en mis viajes a Asia y Europa visito a nuestros coordinadores y me reúno con miles de pastores y laicos. En una ocasión, mientras me reunía con un grupo de líderes cristianos, compartí con ellos algunas de las señales más sobresalientes de la gran cosecha espiritual que se está llevando a cabo a nivel mundial. Uno de los líderes me interrumpió y dijo: “Estoy asombrado con su informe, pero quiero ser muy franco con usted. Hasta ahora yo nunca he experimentado un ministerio así. ¿Por qué no tengo un ministerio más fructífero?”
Tal vez usted se esté preguntando lo mismo. En las páginas siguientes, quiero compartirle un plan bíblico que le permitirá ser fructífero al testificar de nuestro Señor, dondequiera que vaya, en cualquier lugar y bajo todo tipo de circunstancias.
Sin embargo, antes de compartirle ese plan, permítame llamar su atención al capítulo cinco del Evangelio de San Lucas, el cual relata un incidente en la vida de un pescador experimentado - Simón Pedro. Él y sus compañeros de faena habían pasado toda la noche arrojando y recogiendo sus redes, pero no habían atrapado ni un solo pez.
Jesús observó a estos hombres cuando estaban lavando sus redes y le pidió a Pedro que empujara la barca un poco dentro del lago, para que Él pudiera sentarse en ella y hablar a las multitudes que estaban alrededor suyo.
Cuando terminó de hablar, Jesús le hizo una promesa a este pescador - una promesa que probablemente Pedro, cansado por el esfuerzo inútil de una noche de pesca, al escucharla pensó que era una tontería -. Jesús le dijo a Pedro que remara mar adentro y que echara sus redes, pues así lograría pescar. El evangelista Lucas anotó la respuesta de Pedro y lo que sucedió luego:
Jesús dijo a estos pescadores que quedaron impresionados con la demostración de Su poder, “desde ahora seréis pescadores de hombres.” Ellos quedaron tan sobrecogidos por la presencia y el poder de Jesús que dejaron su trabajo para seguirlo.
En la vida no hay una experiencia más emocionante y más valiosa espiritualmente, que la aventura de pescar hombres para Cristo. Conforme usted siga las instrucciones del Señor, su red también puede llenarse - aunque nunca haya hablado de Cristo con alguien y aunque sea tan escéptico como Pedro -. Pero si también es obediente como Pedro, el Señor Jesus le honrará con muchas personas que respondan a su testimonio.
En todas partes del mundo he formulado dos preguntas básicas a millones de cristianos - jóvenes y viejos, ricos y pobres, cristianos nuevos y personas que han sido creyentes por más de medio siglo. Les he hecho estas preguntas a algunos de los cristianos más ricos y famosos del mundo. Las respuestas son siempre las mismas, no importa a quien le pregunte.
Estoy seguro que, si usted es cristiano, respondería de la misma manera. Sin embargo, cuán triste es saber que son muy pocos los cristianos que están hablando de Cristo a otros. Salta a la vista que algo está mal. Si usted es como la mayoría de los cristianos de la actualidad, nunca habrá llevado entonces una persona a Cristo. Sin embargo a usted le gustaría hacerlo, y en su corazón sabe que eso es lo que Dios quiere que usted haga. Jesús llama a todo creyente, “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.”
Cuando comience a llenar sus redes con personas a quienes les presente a Cristo, usted estará comenzando la aventura más emocionante, más gozosa y más valiosa que la vida puede ofrecer. Quizás, al igual que los discípulos, usted dejará las “redes” de sus estudios, los negocios o actividades profesionales, para seguirlo en esta gran aventura de testificar de nuestro Señor en su Jerusalén, su Judea, su Samaria y en todos los países del mundo.
El plan bíblico que quiero compartirle puede ser dividido en dos grandes categorías: la preparación personal y tomando la iniciativa.
La preparación personal es la clave para llegar a ser un cristiano fructífero. Si usted sigue estos pasos cuidadosamente y en oración, transformarán su vida y su manera de testificar de nuestro amado Señor.
Hay millones de personas buenas, morales y religiosas que son muy activas en la iglesia pero que no están seguras de una relación personal y eterna con Dios. No están seguras de que al morir, irán al cielo. En cientos de nuestras capacitaciones, a las cuales asisten los miembros más dedicados y sinceros de las iglesias de cada comunidad, por lo general de diez a veinticinco personas indican haber recibido a Cristo, u obtenido seguridad de su salvación, como resultado de la capacitación.
Permítame darle un ejemplo. Una joven destacada vino para unirse a nuestro equipo de coordinadores. Mi esposa y yo estábamos muy impresionados con ella y teníamos plena confianza de que tendría un gran ministerio para nuestro Señor. Esta joven provenía de una magnífica familia cristiana. Había asistido a un jardín de niños cristiano, a una escuela primaria cristiana, a un colegio secundario cristiano y a una universidad cristiana. Era un líder muy activa en su iglesia y presidente de la Asociación de Mujeres Cristianas de su área. Inclusive había servido como consejera en muchas cruzadas de Billy Graham. Esta atractiva y dinámica joven, exhibía todas las cualidades que usted desearía encontrar en un cristiano radiante y fructífero.
Poco después cuando me dirigía a los nuevos coordinadores en una sesión de capacitación, enfaticé la importancia de ser sensible a las necesidades de los cristianos que no estaban seguros de su salvación. “Nunca den por hecho que los que están inseguros de su salvación son cristianos, aunque muchas veces hayan seguido los pasos de recibir a Cristo,” les dije. “Ustedes no deben tratar de convencerles de que son cristianos, a quienes tienen dudas acerca de su salvación. En vez de eso, se debe suponer que no lo son y en oración hay que aconsejarles y guiarlos hacia la seguridad de su salvación.”
Al finalizar mi charla, esta joven me dijo, “Creo que no soy cristiana. Siempre he dudado de mi salvación.”
Durante años, había recurrido a varios líderes cristianos en busca de consejo espiritual, comentándoles que no estaba segura de su salvación en Cristo. Como ella creía todas las doctrinas básicas de la fe, ellos afirmaban que en efecto era cristiana, y oraban con ella y la animaban.
Sin embargo, a pesar de que oraban con ella, esta joven nunca estaba segura de que Dios oía su oración. “No hay ninguna evidencia de que Cristo haya entrado en mi vida,” dijo. “Me temo que moriré sin Cristo.”
Ese día tuve el privilegio de compartir las Buenas Nuevas de Efesios 2:8,9 con esta querida joven que había estado expuesta al cristianismo toda su vida. Esta vez, el Espíritu Santo le permitió confiar en Dios y en Su Palabra. Por fe, ella recibió al Señor Jesús, el regalo de la gracia del amor de Dios, y su corazón se llenó de gozo y alabanza con la seguridad de su salvación. Estaba tan emocionada que llamó a sus padres, a mi esposa y a otros, para contarles las buenas noticias de que al morir iría al cielo.
Uno de mis amigos más queridos durante mis días en el seminario bíblico era hijo de un famoso evangelista. Este provenía de un hogar santo y piadoso. Siendo estudiantes nos reuníamos con frecuencia para orar. El memorizaba cientos de versículos de la Biblia y vivía una vida tan disciplinada que era a la vez un desafío y una inspiración constante para mí. Tuve el privilegio de ser padrino en su boda.
Mi amigo observaba una dieta especial de alimentos baratos durante días, lo que le permitía vivir gastando entre doce y quince centavos diarios, para así poder aportar más dinero para las misiones. Había concluido los estudios teológicos para su licenciatura y estaba ya estudiando su doctorado en teología, cuando me llamó para decirme, “Bill, ¡recién he llegado a ser cristiano!”
Yo estaba sorprendido. “Tú eres uno de los mejores cristianos que he conocido”, insistí. “Estoy seguro de que has tenido algún tipo de experiencia emocional.”
“No”, me dijo, “recién he llegado a ser cristiano.”
Entonces me explicó que durante todos estos años, aunque nunca lo comentaba, había experimentado conflictos e incertidumbre. A pesar de que había invitado a Cristo a su vida varias veces, nunca había estado seguro de que Él había entrado a su vida para ser su Salvador. Nunca había tenido plena seguridad de su salvación.
Quizás usted mismo nunca ha experimentado la maravilla y el gozo de saber con seguridad que Cristo vive en usted, que sus pecados han sido perdonados y que es un hijo de Dios. Tal vez ha creído en Cristo intelectualmente por años. Tal vez hasta sea muy activo en su iglesia; quizá se considere una persona muy moral, religiosa y consagrada ante los ojos de sus vecinos, sin embargo, es posible que nunca haya experimentado este nuevo nacimiento.
El llegar a ser cristiano implica un compromiso de la persona completa, el cual puede ser ilustrado mejor por la relación que se requiere en el matrimonio. Hace muchos años, por ejemplo, conocí a una joven muy hermosa a quien consideraba la persona más maravillosa del mundo. Conforme nos conocimos más, llegamos a enamorarnos y nos casamos. Pero no nos casamos sólo porque éramos intelectualmente afines y nos admirábamos mutuamente, ni porque estábamos afectados emocionalmente y nos amábamos. Nos comprometimos mediante un acto de nuestras voluntades, por fe, cuando un día nos presentamos delante de un ministro y nos convertimos en marido y mujer. En ese momento, con dos palabras, “Sí quiero”, quedamos legalmente casados.
Como resultado, ella dejó su hogar, y yo dejé el mío, y juntos comenzamos un tercer hogar. Ahora, cuando dije “sí quiero”, no hubo una gran emoción. Las paredes no temblaron, ni hubieron truenos y relámpagos. En realidad, yo me sentía un poco paralizado. Sin embargo, nosotros no dejamos de estar casados sólo porque en este momento no estemos gritando de alegría. Esas dos palabras que expresaron el deseo de nuestros corazones, consumaron nuestro largo noviazgo de tres años. Mi amor por Vonette ha crecido a través de los años, y yo le he dicho que la amo miles de veces desde esa memorable ceremonia nupcial. Sin embargo, no le he propuesto matrimonio de nuevo desde que nos dijimos, “Sí, quiero.”
Lo mismo ocurre en su relación con Cristo. El compromiso con Cristo incluye toda su persona; su intelecto, sus emociones, y su voluntad. No es suficiente creer intelectualmente que Jesuscristo es el Hijo de Dios, ni saber que Él murió en la cruz por sus pecados y que fue levantado de la muerte; ni el ser bautizado, ni estar activo en la iglesia, ni solo leer su Biblia y orar diariamente. Usted no llega a ser cristiano hasta que por fe, por un acto de su voluntad, recibe el regalo de la gracia de Dios, Su amor y perdón por medio del Señor Jesucristo. Cuando lo recibe por fe, también recibe una naturaleza nueva; nace en la familia de Dios y comienza a experimentar la realidad de la vida eterna.
Si nunca le ha dicho a Cristo, “Te recibo como mi Salvador del pecado y el Señor de mi vida,” le animo a hacerlo ahora. Jesús dijo, “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él..”!
Pídale que entre en su vida. Luego, en la autoridad de Su promesa, agradézcale que ha entrado como Él lo ha prometido. El no le miente.
Después que le ha recibido, nunca lo insulte pidiéndole que entre a su vida de nuevo. Por el resto de su vida, comience cada día agradeciéndole por su presencia en usted.
Él ha prometido estar con usted siempre, y Él dijo, “No te dejaré ni te desampararé.”
Yo enfaticé este tema de la fe en uno de nuestros Institutos de Evangelización para Laicos en nuestra ciudad. Al finalizar mi conferencia, una mujer ya en el crepúsculo de su vida, se me acercó con lágrimas en los ojos y me dijo que había sido maestra de Escuela Dominical en una iglesia por cuarenta años.
¿Hará usted lo mismo? Si nunca lo ha hecho, hágalo ahora. Haga una pausa, y si la siguiente oración expresa el deseo de su corazón, hágala suya:
Gracias por entrar en mi vida. Por el resto de mi vida te agradeceré que estás en mí y porque nunca me dejarás. Gracias porque ahora tengo vida eterna como Tú lo prometiste.
Si algunas actitudes o acciones pecaminosas están obstaculizando su comunión con Dios, Él no podrá vivir y amar a través suyo. Usted no podrá ser un cristiano gozoso, ni un testigo fructífero para Cristo.
Según Hebreos capítulo 10, Cristo vino como sacrificio de Dios por sus pecados. El Antiguo Testamento de la Biblia registra que los israelitas le llevaban al sacerdote un animal, el cual era sacrificado. Luego su sangre era derramada en el altar para cubrir los pecados de todo el pueblo. Después, en el cumplimiento del tiempo y propósito de Dios, habiendo sido profetizado por los profetas del Antiguo Testamento, Jesucristo, el Mesías, vino a morir por usted. El vino como el sacrificio de Dios para derramar su sangre en la cruz por sus pecados, como resultado de esta acción, no hay necesidad de realizar ningún otro sacrificio por sus pecados.
Usted no puede añadir nada a la seguridad de salvación y vida eterna que Cristo obtuvo para usted en la cruz. Las lágrimas y las disciplinas propias, no agregan nada a Su sacrificio sustitutorio completo y perfecto, realizado en la cruz por usted. Lo único que usted puede hacer para que la muerte de Cristo en la cruz sea significativa en su vida, es confesar sus pecados y aceptar Su sacrificio, como el pago total y final por todos sus pecados - pasados, presentes y futuros -. La Biblia, la santa e inspirada Palabra de Dios dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.”
En el griego, el idioma original del Nuevo Testamento, la palabra confesar” (homologeo) significa “ponerse de acuerdo con” o “decir lo mismo que.”
¿Qué es lo que hace al ponerse de acuerdo con Dios?
Primero, usted reconoce que el pecado que ha cometido es malo. Dios es santo. Ningún pecado puede entrar en su presencia, y sin embargo, aunque odia el pecado, Dios ama al pecador. Él le ama sin importar lo que usted haga, pero odia el pecado. Cuando el Espíritu de Dios le dice en esa voz casi inaudible, “me has contristado con tu conducta, y con tu actitud”, usted sabe que lo que ha hecho es malo, y lo reconoce, o sea se pone de acuerdo con Dios, en que lo que hizo es malo.
Segundo, de acuerdo con Hebreos capítulo 10, reconoce que todos sus pecados fueron pagados por Jesús cuando Él derramó su sangre en la cruz. Ahora, agradezca a Cristo por morir por sus pecados.
Tercero, se arrepiente. El significado original de la palabra “arrepentirse” es literalmente “cambiar de modo de pensar.” Usted cambia de actitud hacia su pecado, lo cual, por supuesto, a través del poder capacitador del Espíritu Santo, producirá un cambio en sus acciones. Voluntariamente deja de hacer lo que desagrada a Dios y comienza a hacer lo que a Él le agrada.
¡Usted no puede vivir una vida santa y al mismo tiempo contristar al Espíritu Santo de Dios! No reconocer su pecado y justificarse por cuenta propia, sólo provocará la disciplina divina. Como Dios ama a Sus Hijos, El castiga, corrige y disciplina a los desobedientes.
El Rey David escribe, “A él clamé con mi boca...si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado.”
En el momento en que el Espíritu Santo de Dios señale su pecado, confiéselo. Respire espiritualmente. Es decir, “exhale” confesando sus pecados. Cuando el Espíritu Santo le muestre un pecado que ha cometido o está cometiendo, no demore en confesarlo. La confesión de los pecados es esencial para una vida santa y un testimonio entusiasta y fructífero para nuestro Señor.
Uno de mis amigos más queridos, un gran erudito cristiano, confesó ante un grupo de amigos creyentes, en uno de nuestros Institutos de Evangelización para Laicos, que él no era un cristiano feliz y gozoso y que en muy raras ocasiones testificaba de Cristo. Posteriormente, le compartí algunas de las verdades sobre cómo testificar en el poder del Espíritu. Dios tocó su vida. Esa noche regresó rebosando de alegría, después de haber pasado la tarde compartiendo el Evangelio de Cristo. Apenas podía esperar para contarnos lo que Dios había hecho en su vida. Nos contó cómo recién les había hablado a dos jóvenes estudiantes universitarios acerca de Cristo, y cómo en el proceso Cristo se había hecho más real para él.
Tal vez usted ya dedica muchas horas a la oración y al estudio de la Biblia, pero no siente gozo. No está viviendo esa vida abundante que Jesús prometió.
Para ser fructífero el testificar de Cristo, debe apropiarse por fe de la llenura del Espíritu de Dios. Jesús prometió, “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
Ser lleno del Espíritu Santo involucra invitar al Espíritu Santo a que lo controle y dirija, permitiéndole vivir una vida santa y consagrada y por fe hacerlo un testigo fructífero de Él. Hay dos palabras y dos versículos que son fundamentales:
Primero, recuerde la palabra mandato. Efesios 5:18 dice: No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu Santo.
Esto significa ser controlado y dirigido por el Espíritu Santo como una manera nueva de vivir. Es un mandato para todos los creyentes, no sólo para el pastor o el predicador, para el maestro de Escuela Dominical u otros líderes cristianos, sino para todo aquel que cree en Jesucristo.
Ahora relacione el mandato de Dios con Su promesa, dada en 1 Juan 5:14,15
Basándose en el mandato de Dios y en Su promesa, si usted está dispuesto a rendir la dirección y el control de su vida a nuestro Señor Jesucristo, puede estar seguro de que Él lo llenará cuando por fe, como un acto de su voluntad, se apropie de la llenura de su Espíritu Santo.
No cometa el error de pensar que forzosamente debe tener una experiencia emocional dramática. En realidad, las emociones pueden ser muy peligrosas. Si usted derrama un galón de gasolina en tierra y le aplica un cerillo o fósforo encendido, se producirán fuertes llamas y mucho humo, pero todo acabará pronto. Esto es fascinante y dramático, pero en realidad, un desperdicio.
Muchas personas están tan envueltas en sus sentimientos y en la búsqueda de experiencias emocionales que en realidad ofenden a Dios. La Biblia dice, “El justo por la fe vivirá”, y “todo lo que no proviene de fe es pecado.” El sólo acto de buscar una experiencia emocional rechaza el concepto de fe.
Muchas veces, desde el púlpito o mientras hablo con otras personas, no siento ninguna oleada de poder espiritual ni fuerte emoción. Algunas veces, debido a los muchos viajes, conferencias y la falta de descanso apropiado, mi cuerpo está agotado y mi mente está embotada por la fatiga. Sin embargo, (si no hay pecado sin confesar en mi vida, y si por fe reclamo la plenitud del Espíritu Santo), sé que estoy lleno del Espíritu aunque no lo sienta así. No dependo de los sentimientos. Dependo de la Palabra de Dios, de Su mandato y Su promesa.
De igual manera, por fe, usted puede saber que está lleno del Espíritu constante y continuamente por el resto de su vida, conforme siga “respirando espiritualmente”, exhalando cuando confiesa sus pecados e inhalando cuando se apropia del poder de Dios por fe.
Ser lleno del Espíritu Santo lo prepara para servir como un testigo de Jesucristo.
Siempre les decimos a nuestros coordinadores, que ahora están sirviendo en 193 de los países más importantes del mundo, representando 97% de la población mundial,“No vayan a realizar sus tareas a menos que sepan, sin lugar a dudas, que están llenos del Espíritu Santo.” Sólo el servicio realizado para Cristo en el poder del Espíritu Santo agrada a Dios. El servicio realizado para El en el poder de la carne, es tiempo perdidoy deshonra su nombre, produciendo madera, heno y hojarasca espiritual (1 Corintios 3:12) lo que, en el Día del Juicio serán quemados.
Si en este momento usted sabe que no está lleno del Espíritu Santo y verdaderamente desea ser un hombre o una mujer de Dios, puede hacer esta oración ahora mismo:
Si hizo esta oración con fe, puede estar seguro, basado en el mandato y en la autoridad de Su promesa, ¡que ya está lleno del Espíritu Santo! Puede saber esto por fe, con o sin emociones, simplemente confiando en Dios y Su Palabra.
Sin embargo, de acuerdo a la promesa de Jesús, “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama, y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” Como Jesús prometió manifestarse a todos los que le obedecen, hay emociones válidas que surgen como un resultado de una vida de fe y al hablar de Cristo con otros en el poder del Espíritu Santo
La preparación más efectiva para comunicar su fe, es mantener a Cristo en el trono de su vida, como el Señor de su corazón. En I Pedro 3:15,16 se nos dice:
Como cualquier otra destreza, la habilidad de dar razón de la esperanza que se tiene en Cristo - o “testificar” - se puede hacer mejor con capacitación y práctica.
Permítame ilustrar este concepto. Un pastor cristiano me dijo que había servido en la obra cristiana por más de veinticinco años, pero que nunca había llevado a nadie a Cristo, sino hasta después de haber participado en uno de nuestros seminarios de capacitación. Él me dijo, “Su mensaje sobre cómo testificar en el Espíritu y la comprensión de cómo presentar el Evangelio por medio del uso de las Cuatro Leyes Espirituales cambió mi vida. Nunca había sido tan feliz. Ahora, empiezo a conocer algo de la vida abundante que Jesús prometió.”
Este líder cristiano se veía radiante, con un nuevo gozo, mientras compartía cómo había presentado a nuestro Salvador, por primera vez en su vida, no a una, sino a dos personas.
Durante esa misma semana de capacitación, cientos de estudiantes y algunos laicos que también asistieron, fueron usados por Dios para orar personalmente con más de novecientas personas que recibieron a Cristo como resultado de sus testimonios. La capacitación fue lo que hizo la diferencia.
Yo doy gracias a Dios por la forma en que Él está usando los seminarios teológicos, las escuelas bíblicas y otras instituciones similares de enseñanza cristiana, pero usted no necesita dedicar largos años de estudio para que Dios comience a usarlo.
No todos tienen el don del evangelismo, pero cada creyente está llamado a hacer “obra de evangelista.”
Usted tiene el privilegio y la responsabilidad de ser testigo de su maravilloso Señor Jesús. La Gran Comisión de Cristo registrada en San Mateo 28:18-20 es también para usted.
Al aprender cómo usar una herramienta tan sencilla como las Cuatro Leyes Espirituales en el poder del Espíritu Santo, usted también puede experimentar gran efectividad al testificar.
Algunos cristianos tendrán más fruto que otros. No se desanime si se da cuenta que algunos de sus amigos están llevando más personas a Cristo que usted. Descanse al saber que los que vienen a Cristo a través del testimonio de un cristiano, lo hacen como resultado del ministerio del Espíritu Santo, quien nos capacita para llevar fruto. Recuerde que el éxito al testificar depende sencillamente de tomar la iniciativa de presentar a Cristo en el poder del Espíritu Santo, dejándole los resultados a Dios.
Personalmente estoy convencido de que si usted entrega diez folletos de las Cuatro Leyes Espirituales a igual número de no creyentes diariamente, por lo menos entre uno y cinco recibirán a Cristo, dependiendo de cada país y cultura.
La preparación personal, el estar seguro de que usted es cristiano, el confesar sus pecados, el ser lleno del Espíritu Santo y el estar preparado para comunicar su fe en Cristo, son la primera parte del proceso para que usted llegue a ser un testigo fructífero. La segunda es tomar la iniciativa. Tomar la iniciativa requiere de cuatro pasos. Observémoslo brevemente:
De acuerdo a la santa Palabra de Dios, si pide algo conforme a Su voluntad, Él oye y le responde. ¿Quiere que sus seres amados, que sus amigos y vecinos vengan a Cristo? Entonces, comience a reclamarlos para Dios en oración.
Siga el ejemplo de nuestro Señor, cuya oración intercesora está registrada en San Juan 17: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste...”
El apóstol Pablo y los otros escritores del Nuevo Testamento frecuentemente pedían oración por otros, así como por ellos mismos.
Yo he orado por seres queridos, he derramado lágrimas mientras imploraba que vengan a Cristo. Un día me di cuenta que Dios no iba a dejar que ellos se perdieran, pues Él los amaba más que yo. Entonces comencé a agradecer a Dios en fe, porque pronto ellos llegarían a ser cristianos. La mayoría ya han recibido a Cristo, pero muchos nombres más se están agregando a mi lista de oración.
Así como Jesús oró para que el Espíritu Santo hiciera Su obra en las vidas de Sus discípulos, usted también puede orar para que el Espíritu Santo convenza de pecado a los no-creyentes y haga nacer en ellos un fuerte deseo de conocer los caminos de Dios. La Biblia nos promete:
Sin embargo, en Su tiempo misterioso y soberano, Él escoge a veces esperar a que un creyente preocupado haga oración, para enviar al Espíritu Santo al corazón de esa persona. Como alguien dijo, “La oración no es vencer la renuencia de Dios, sino asirse de Su buena voluntad.”
A pesar de que Dios no está dispuesto a que “ninguno se pierda sino que todos procedan al arrepentimiento.” Su programa no es siempre el mismo que el nuestro. Continué confiando y agradeciendo a Dios por la salvación y crecimiento espiritual de aquéllos por quienes Él lo ha movido a orar. De acuerdo a mi experiencia personal y al estudio de la Palabra de Dios, puedo asegurarle que la oración es el punto de partida para traer a un ser querido a Cristo.
Haga una lista de oración o lleve un diario de oración y ore por nombre específicamente por los no-cristianos, por los cristianos, y por eventos específicos. Cuando Dios responda a su oración, anote la fecha y describa cómo Dios respondió sus oraciones. En poco tiempo usted tendrá un registro de la fidelidad de Dios que lo animará y fortalecerá mucho en su fe y también animará a otros.
Una de las mayores barreras al testificar es el asunto de ir. Usted va a escuchar toda clase de excusas: “Estoy demasiado ocupado”, o “Estoy esperando que el Espíritu Santo me guíe a alguien en particular.” No espere que el Espíritu Santo “le guíe.”
Nuestro Señor Jesucristo ya le ha ordenado ir y comunicar las Buenas Nuevas a todos los que escuchen. No espere que vengan a usted. Conforme siga a Jesús, Él lo guiará a las personas a quienes Él ya ha preparado.
Recuerde, lo más importante y maravilloso que le ha ocurrido es conocer a Cristo, y lo mejor que usted puede hacer por otra persona, es ayudarle a conocer a Cristo. Si eso es verdad, debería comenzar a reorganizar sus prioridades. ¿Cómo está invirtiendo su tiempo? ¿Está dedicando tiempo cada día para hablarle de Cristo a alguien más?
Quizá le anime saber que muchos de los coordinadores de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, como en mi caso, son tímidos por naturaleza. Para nosotros no siempre es fácil hablar a otros de Cristo, pero como Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos y Él vive en nosotros, sencillamente le pedimos que nos dé el valor para hablar de Él poderosamente.
Cuando estoy a solas con alguna persona por algunos minutos, reconozco que estoy en ese lugar para atender una cita que Dios ha concertado y compartir las Buenas Nuevas del amor y perdón de Dios.
En una ocasión, me detuve en la ciudad de Atlanta, en un centro comercial para comprar una corbata. El gerente de la tienda me ofreció su ayuda, y mientras escogía una corbata que combinara con el saco que usaba, le comenté que visitaba esa ciudad para reunirme con algunos líderes cristianos para hablar de cómo lograr que nuestra nación se vuelva a Cristo. Entonces le pregunté, “¿Es usted cristiano?”
Me contestó que no, pero que había considerado esa posibilidad. Le mostré el folleto de las Cuatro Leyes Espirituales. Al leer el folleto llegué a la “Cuarta Ley” que explica cómo recibir a Cristo y finaliza con esta oración:
“Señor Jesucristo, gracias porque me amas y entiendo que te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Ocupa el trono de mi vida. Hazme la persona que tú quieres que yo sea. Gracias por perdonar mis pecados y por darme vida eterna. Toma el control del trono de mi vida. Gracias por haber entrado en mi vida y por escuchar mi oración según tu promesa.”
Le pregunté, “¿Expresa esta oración el deseo de su corazón?”
Él me aseguró que sí, entonces le sugerí que orara en voz alta, lo cual hizo. Tan pronto como terminó, yo oré por él. Luego le pregunté si sabía dónde estaba Cristo ahora en relación a él. Me aseguró que Cristo estaba ahora en su vida. Procedí a explicarle que de acuerdo a la Palabra de Dios, no sólo podía tener seguridad de la vida eterna, sino que también podía crecer como cristiano.
Como es mi costumbre, le pedí su dirección para enviarle material de edificación. En aviones, restaurantes, y aun en ascensores, encuentro personas que están ansiosas de recibir a Cristo.
Dondequiera que voy, ya sea en los Estados Unidos o en otros países, en aviones, en restaurantes, en ascensores, en salas de lectura, en universidades, o entre profesionales, encuentro personas que están deseosas de recibir a Cristo.
El hablar de Cristo con otros debería convertirse en un estilo de vida para todo cristiano. Cuando usted se levante por la mañana, agradézcale al Señor por vivir en usted y pídale que use sus labios para hablar de Su amor y perdón en toda oportunidad que se le presente durante ese día.
El apóstol Pablo dijo: “Amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría.” No hable solamente acerca de asuntos circunstanciales, tales como el clima, los deportes, el gobierno y los negocios. Ore y espere que Dios le permita introducir a su Hijo en la conversación
Una joven viuda de unos treinta años de edad, había conducido a Cristo a decenas de parientes, amigos y vecinos. Casi todos los domingos traía a alguien nuevo a la iglesia. Muchas de estas personas acababan de recibir a Cristo con ella la semana anterior.
Una vez le preguntaron, “¿Cómo puede compartir su fe con tantas personas?”
Ella respondió: “Me pregunto, ¿si no les hablo de Jesucristo, quién lo hará? Y no he encontrado una buena respuesta para esa pregunta.”
Hoy día un número cada vez mayor de creyentes es usado constantemente por Dios para presentar a nuestro Salvador a otros, porque están capacitados para hablar de Cristo en el poder del Espíritu Santo. Ellos no se desvían para comentar asuntos sin importancia. Esa es la razón por la cual el folleto de las Cuatro Leyes Espirituales es tan efectivo, mantiene la conversación centrada en la persona de Jesucristo, sin distraerse en asuntos que desvían la atención del Señor. Este folleto hace que su presentación del Evangelio sea sencilla y comprensible.
Muchas personas demuestran oposición a Dios y la iglesia - no quieren nada que tenga que ver con la religión, pero cuando se les habla de Jesús, ellos responden positivamente.
Recuerdo a un taxista en Australia que me dijo: “Renuncié a todo tipo de religión en la Segunda Guerra Mundial. No quiero tener nada que ver con un Dios que permite que las personas se maten unas a otras.”
“Espere un minuto”, le dije.” Está acusando a Dios por algo de lo que el hombre es responsable. Es el mal que está en el hombre, su pecado, el que lo impulsa a odiar, robar y matar.”
Yo le expliqué la diferencia entre religión, que es la búsqueda que el hombre hace de Dios, y el cristianismo, que es la revelación que Dios hace al hombre de sí mismo en Cristo. Conforme le hablaba sobre la persona de Cristo, la actitud de este hombre cambió. Enseguida dijo que le gustaría orar conmigo y recibir a Cristo.
Hoy en día muchas personas se oponen a la iglesia organizada en general, es por eso que si va a alcanzarlos para el Salvador, primero debe hablarles de Él, no de la iglesia. Después que reciban a Cristo, la mayoría querrá participar activamente en la iglesia.
Otros se oponen tenazmente a la Palabra de Dios. Usted no tiene que comprobarles la Biblia, sólo úsela. Usela aun con las personas que dicen que no creen en ella. Dios ha prometido honrar Su Palabra.
Si espera que Dios lo use, hable sobre su Salvador - y siempre anime a aquellos con quienes comparte, a invitarlo a entrar en sus vidas. En realidad, usted no ha “evangelizado” hasta que le da a las personas una oportunidad de responder al Evangelio, invitando a Cristo a ser su Salvador y Señor.
Conforme hable a las personas del Salvador, descubrirá que muchos están listos para recibirlo, aun en la primera oportunidad que hable con ellos, aunque algunos quizás necesiten “madurar” un poco más.
Cuando yo era niño solía visitar el huerto de mi tío. Siempre recogíamos los duraznos maduros, pero dejábamos los verdes. Dos días después, regresábamos a los mismos árboles a recoger más fruta madura. Así repetíamos el procedimiento cada dos días. Lo mismo sucede en nuestro testificar de Cristo. En oración pida ser más sensible a las personas y a su predisposición al Evangelio. Algunos, como la fruta madura para la cosecha, estarán listos para recibir a Cristo; otros, como la fruta verde, todavía no.
No discuta con los que no están listos. No los intimide, no los insulte; no intente presionarlos para que “tomen una decisión por Cristo.” Déles algo apropiado para leer (como las Cuatro Leyes Espirituales), déjelos con una oración, hábleles después, cuando el Señor le dé la oportunidad, pero continúe buscando el fruto maduro. Estos están alrededor suyo. Miles, millones de personas cuyos corazones ya han sido preparados por el Espíritu Santo están esperando recibir a Cristo.
Por ejemplo, en un avión le hablé a dos personas que estaban “espiritualmente maduras.” Una era una mujer de ochenta años quien recibió a Cristo como su Salvador. La otra, el presidente de una gran corporación, había creído siempre que Jesucristo era el Hijo de Dios y que había muerto por sus pecados, pero había estado tan ocupado con tantas otras cosas que no había podido hacer un compromiso con Cristo personalmente.
Durante el mismo viaje, en la Universidad de Cornell, donde me dirigí a estudiantes y profesores, el presidente de una gran empresa se me aproximó. Este hombre estaba visitando a su hijo que era un nuevo cristiano de apenas seis meses.
“Yo quiero agradecerle por ayudarle a mi hijo espiritualmente”, me dijo.
Le pregunté si él ya había recibido a Cristo, me respondió que no lo había hecho, pero que quería hacerlo. Inclinamos nuestras cabezas para orar y, para el gran gozo de nuestro Señor, él también entregó su vida a nuestro Salvador.
Tome la iniciativa orando, acercándose a otros, hablando de Jesús, y finalmente, esperando que Dios lo use.
Cuando usted hable acerca de Jesucristo, espere que hombres y mujeres respondan- no en base en un pensamiento positivo, sino en base en la fidelidad de Dios, a Su amor, a Su soberanía, Su poder y Su promesa de que Él no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
El Señor Jesucristo prometió Sus recursos sobrenaturales para todos los que se unen con Él para ayudar a cumplir la Gran Comisión. El le dijo a sus discípulos:
Usted tiene garantizado ese mismo poder de la resurrección y Su presencia en el día de hoy. Nuestro Señor se ha comprometido a honrar el testimonio fiel de todos los que ponen su confianza en Él.
Es interesante notar que mientras los discípulos con frecuencia enfrentaban oposición fuerte y difícil, el movimiento cristiano experimentaba un crecimiento sin precedentes, conforme fue expresado en las cartas de Pablo a las iglesias en Tesalónica y Colosas:
Una de las mentiras más grandes de todos los siglos, es la actitud que prevalece entre los cristianos que afirman que las personas no quieren conocer a Dios personalmente. Por este motivo, muchos cristianos se acercan a otros con una actitud negativa, como diciéndole: “Usted no quiere ser cristiano, ¿verdad?” Con su actitud negativa, inhiben a todos de expresar su necesidad de Cristo. Permítame animarlo a confiar en que Dios ya ha preparado los corazones de los que están ansiosos de recibir a Cristo, y usted descubrirá que Él realmente lo ha hecho.
Después de más de cuarenta y cinco años de compartir a Cristo con millones de estudiantes y laicos, individualmente y en grupos grandes y pequeños, puedo decirle que el Espíritu Santo ha creado un hambre por Dios en los corazones de las multitudes alrededor del mundo. Millones están esperando que alguien les hable de nuestro maravilloso Salvador, y están listos para recibirlo.
Por ejemplo, en una de nuestras conferencias para pastores en Haití, se dedicaron un total aproximado de cuatro horas a la evangelización. Unos 550 predicadores, pastores y laicos oraron con más de mil personas que recibieron a Cristo en pequeños grupos de dos y tres.
En Daytona Beach, durante unas vacaciones de Semana Santa, aproximadamente mil quinientos coordinadores de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo y estudiantes universitarios, presentaron a Cristo a más de tres mil quinientos estudiantes universitarios por medio de su testimonio personal.
En el sur de California, un número similar de estudiantes presentaron a Cristo aproximadamente a dos mil estudiantes universitarios en un día de evangelización en la playa.
La mayoría de nuestros coordinadores, laicos y estudiantes voluntarios, informan que entre 10% y 75% de las personas a quienes le hacen una presentación clara del Evangelio reciben a Cristo. El porcentaje de respuestas, a menudo varía según el país y la cultura. Sin embargo, encontramos que el Espíritu de Dios ha preparado los corazones de multitudes de hombres y mujeres para responder a Cristo. Como Jesús dijo: “Mirad los campos, que ya están blancos para la siega.” No todos a quienes les hable de Cristo lo recibirán, pero Dios lo usará para sembrar y cosechar en su reino conforme usted confía en El.
Espere resultados cuando testifique de Cristo, pero recuerde, no importa cómo Dios decida usar su fidelidad al testificar, su responsabilidad es presentar a Cristo. Es responsabilidad de Dios traerlas a Él mismo. Como dije anteriormente, el éxito al testificar es tomar la iniciativa de presentar a Cristo en el poder del Espíritu Santo, dejándole los resultados a Dios.
En estas páginas he presentado un plan bíblico que le permitirá tener éxito en alcanzar a otros para Cristo. Primero, debe comenzar con su preparación personal:
Luego, tome la iniciativa al:
El seguir este plan con seriedad le permitirá ser un testigo fructífero para Dios como un estilo de vida. Ninguna otra experiencia en este mundo puede compararse con testificar de Jesucristo en el poder del Espíritu Santo. ¿Se unirá conmigo en esta gran aventura?