¿Alguna vez le resulta difícil creer que en Jesucristo tiene usted el perdón total de sus pecados? Quizá lo crea intelectualmente, pero ¿qué sucede en lo profundo de su corazón?
Imagínese que usted está en medio de la multitud cuando ocurre el incidente relatado en el evangelio según San Lucas: “Unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.
Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre tus pecados te son perdonados.”
“Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo:
¿Qué cavilais en vuestros corazones? ...Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.”
¡Qué maravillosa ilustración de la disposición de Dios para perdonar!
La santa Palabra de Dios nos dice que Jesucristo, a través de Su muerte en la cruz, nos hace libres - libres del pecado, libres de la ley, libres de la esclavitud de la culpa que acarrean el pecado y la ley.
Tal vez le resulta difícil creer en su corazón que sus pecados han sido pagados. Quizás está pensando, “yo tengo pensamientos lujuriosos hacia una persona del sexo opuesto.” o, “yo he estado tomando el nombre del Señor en vano. Dios no perdonará eso, ¿no es cierto?”
La realidad es que Él lo ha perdonado. Usted simplemente necesita apropiarse de Su perdón y creer en Su promesa. Lo que Él promete es:
Ese es el perdón que Dios ofrece. Piense en esto. Llega a ser suyo desde el momento en que usted cree en Jesucristo como su Salvador, y como un acto de voluntad lo recibe a El en su vida por fe, como Su Salvador y Señor.
Jesús de Nazaret es la personalidad más destacada, más poderosa, singular y atractiva de todos los tiempos. Conocerlo personalmente como su Salvador y Señor, es el fundamento de la relación más grande que usted pueda tener, debido a que sólo a través de Jesús se puede experimentar el amor y perdón de Dios. Permítame explicarle por qué.
Un invierno, durante la celebración de la Fiesta de la Dedicación, Jesús estaba caminando frente al pórtico del templo de Salomón en Jerusalén. Una multitud se reunió a su alrededor preguntándole, “¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
“Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí...Yo y el Padre uno somos.”
Esta declaración del Señor Jesucristo cobra aún más fuerza debido a que Él cumplió las profecías. Cientos de años antes de que Jesús viniera a la tierra, varios profetas de Israel predijeron Su maravilloso nacimiento, el lugar de Su nacimiento, Su naturaleza divina, el propósito de Su ministerio, cómo sería Su muerte, y que resucitaría. Estas profecías representan sólo algunas de las muchas predicciones hechas acerca de la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesucristo. El cumplió con todo, hasta en el último detalle.
Después de su cruel crucifixión, Jesucristo demostró que Él era Dios levantándose de la muerte y apareciendo a cientos de personas en un período de cuarenta días, así como a quinientas personas en una sola reunión.
Luego, mientras sus seguidores observaban maravillados, Jesús regresó a los cielos, luego de prometer una relación continua con aquellos que lo amaban.
La santa e inspirada Palabra de Dios también confirma lo que Jesús declaró. El apóstol Pablo en su carta a los Romanos nos dice, .”..que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos.
Jesús no vivió en la tierra sólo por probar que Él era Dios. El vino a darle a usted vida eterna, a ofrecerle perdón, a liberarlo del pecado y la culpa, a darle una vida plena y significativa aquí en la tierra. Como Jesús es Dios puede proveer el perdón de los pecados y capacitarlo para vivir la vida abundante.
Pablo escribió, “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”
La herencia de todo cristiano es una vida rica y satisfactoria. Jesús quiso que la vida cristiana fuera una aventura emocionante, abundante.
Él prometió, “Yo he venido para que (ustedes) tengan vida y para que la tengan en abundancia.” Cuando usted camina en una relación estrecha con nuestro Señor, y en el control del Espíritu Santo, cada día estará lleno de maravillas, y de profundo significado y propósito - su vida desbordará con cualidades deseables:
Pero la mayoría de los cristianos no experimentan la vida abundante. La vida de gozo y victoria modelada y prometida por nuestro Señor les es totalmente extraña. Al contrario, la consideran como una carga, un trabajo, una cruz terrible de llevar. Ellos soportan el cristianismo en la tierra, esperando alcanzar el alivio al llegar finalmente al cielo.
Jesús nunca quiso que usted viviera una existencia fracasada y terrible, Él le ha llamado a vivir una vida de gozo y victoria. Cualquiera que sea la circunstancia en que usted se encuentre - tranquilidad o conflicto, abundancia o escasez, salud o enfermedad, libertad o persecución - nuestro Señor promete paz.
El dijo que nunca lo dejaría, y que si usted pide algo en Su nombre, El lo hará.
Dios le ha prometido a usted una herencia de ayuda, abundancia y gozo sólo por el hecho de ser cristiano. Entonces, ¿por qué son tan pocos los cristianos que están realmente disfrutando su herencia? Permítame preguntarle: ¿Vive usted una vida gozosa y fructífera?
En su Introducción a las Epístolas del Nuevo Testamento, J.B. Phillips escribe:
La iglesia del primer siglo sacudió su mundo. Llena del Espíritu e impulsada por el amor de Dios, la Iglesia primitiva llevó las Buenas Nuevas del amor y perdón de Dios a todo el mundo conocido. Nunca antes un pequeño grupo de hombres y mujeres comunes y corrientes habían logrado producir tal impacto en el mundo.
Aquellos cristianos formaban un grupo de personas comunes, como usted o yo, pero que conocían el amor y perdón de Dios. Controlados y dirigidos por el Espíritu Santo de Dios, alcanzaron con amor a las personas que vivían bajo la tiranía de un imperio malvado y corrupto.
Si usted ha experimentado el amor y perdón de Dios en su vida, también puede influenciar su mundo.
El mundo actual está lleno de ansiedad, temor y crisis. Gran parte del mundo vive en un estado de caos. Nada caracteriza tanto la condición de nuestros días como la palabra “trastorno.” En todas las facetas de la sociedad, y en todo país del mundo, hay trastorno - en lo político, lo social, y lo económico, incluyendo también el aspecto religioso.
En Estados Unidos por ejemplo, somos testigos de una epidemia de crímenes, de adicción a las drogas y alcohol. Hay una epidemia de pornografía, de SIDA y de otras enfermedades venéreas. Hay epidemia de abortos, de hogares destruidos y también de divorcios, sólo para mencionar algunos de los serios problemas que enfrenta nuestra nación.
Las soluciones humanas que se han propuesto son innumerables, pero la crisis es cada vez mayor. Las personas como nunca antes, están buscando la paz en sus relaciones conflictivas,las respuestas al vacío que corroe sus vidas por algo más. La gente busca algo más.
Debido a esto, son muchos los que están comenzando a regresar a Dios. Nunca había habido un clima tan propicio como el de ahora para presentar a Cristo. El Espíritu de Dios ha creado un hambre sin precedentes en los corazones. Cada día son más las personas que se están volviendo a Cristo y que están experimentando el maravilloso amor y perdón de Dios.
A pesar de eso, es una cantidad relativamente pequeña de cristianos los que están participando en esta gran cosecha. En medio de estas grandes oportunidades, la mayoría de los cristianos no han ingresado en el gozo de levantar la gran cosecha que Dios ha preparado. La mayoría de los creyentes viven en impotencia espiritual, en fracaso, y falta de fruto. El cristiano común, y aun muchos pastores, es rara la vez que conducen a otra persona a Cristo.
Desafortunadamente, muchos cristianos no demuestran una calidad de vida que anime a los demás a anhelar una relación con nuestro Señor. Algunos creyentes ni siquiera reflejan una calidad de vida que anime a los demás a relacionarse con ellos mismos.
Al hablar con millones de cristianos alrededor del mundo, encontré que la mayoría de los creyentes fracasados, frustrados y sin fruto quieren cambiar, pero no saben qué hacer. Para ellos, así como para usted, tengo un mensaje de ayuda y esperanza: Usted puede dejar de vivir una vida fracasada y sin fruto. Puede experimentar la vida plena y abundante que Dios ha prometido a todos Sus hijos a través de Jesucristo.
Un día, cuando conducía mi auto en una ciudad extraña, di una vuelta incorrecta y me encontré conduciendo en sentido contrario, en una calle de una sola vía.
Las personas que caminaban a los lados me avisaron que estaba tomando la dirección equivocada, pero yo ya me había dado cuenta de eso un segundo después de girar. Mi problema no era decidir si iba o no en la dirección correcta, sino en cómo dar vuelta hacia la dirección correcta. Enseguida y con la ayuda de un atento policía, logré cambiar mi dirección por la correcta y aliviado y feliz, empecé a conducir de acuerdo al tráfico. Lo mismo sucede en la vida cristiana. Si usted realiza un giro incorrecto y se encuentra fracasado y frustrado, no necesita que nadie le diga que se encuentra yendo en la dirección equivocada. Lo que necesita es que alguien le ayude a encontrar el camino correcto.
La Biblia, la Palabra inspirada de Dios, provee guía. El apóstol Pablo escribió:
La Biblia no sólo instruye, sino que también le muestra dónde ha dado usted esa vuelta que lo mandó en la dirección equivocada. La Biblia le ayuda a corregir el curso y luego lo capacita para continuar en el camino correcto.
Para comprender el problema de los cristianos mal orientados y sin fruto, es importante que usted sepa lo que la Biblia dice acerca del problema. Esta revela que hay tres clases de personas en el mundo: el hombre natural, el cristiano espiritual y el creyente mundano. Permítame compartirle brevemente las características de estas 3 clases de personas.
Antes de ser cristiano, usted era lo que la Biblia llama una persona “natural”:
Representemos una imagen. Hay un círculo, el círculo representa su vida, y dentro de él, hay un trono. El trono representa el centro del control o la voluntad. Usted estaba viviendo bajo el dominio de Satanás. Su naturaleza carnal, dirigida por Satanás, estaba “en el trono”, controlando su vida. Cristo estaba fuera de su vida, tocando la puerta, queriendo liberarlo del dominio de Satanás, trayéndole Su amor, perdón y vida eterna.
La persona natural considera las cosas del Espíritu de Dios como locuras. El apóstol Pablo escribe:
Dependiendo totalmente en sus propios recursos, usted estaba espiritualmente muerto para Dios y separado de Él a causa del pecado.”
Luego, usted rindió su vida a Jesucristo
Cuando usted lo invitó, Cristo entró en su vida y tomó el trono para guiarlo y fortalecerlo para vivir para Él. En ese momento, Su Espíritu Santo empezó a morar en usted, le dio un nuevo nacimiento, lo selló para los cielos, y lo bautizó en el cuerpo de creyentes. Con Cristo (Espíritu) en el trono, usted está “lleno” (controlado y dirigido) del Espíritu Santo.
El cristiano espiritual comprende las cosas de Dios. El apóstol Pablo escribió:
El acto de estar “lleno” del Espíritu consiste en mantener deliberadamente a Cristo en el trono de su vida. El no le pedirá el control en contra de su voluntad. Si a pesar de Su guía y advertencia, usted desea rendirse a la influencia de su carne y arrebatarle a Dios el control para cometer pecado manifiesto o en secreto, El, con tristeza, le dejará. Cuando usted pasa por este estado de pecado sin confesar, la Palabra de Dios lo describe como ser una persona “mundana” o “carnal.”
Hay una gran diferencia entre un cristiano y un no cristiano. La Biblia claramente enseña en 2 Corintios 5:17, “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” También, “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.”
Pero a menudo, como el apóstol Pablo escribe en 1 Corintios 3, los cristianos mundanos actúan como un no creyente, y es muy difícil encontrar la diferencia.
El cristiano mundano es aquel que ha recibido a Cristo pero que todavía permite que su naturaleza carnal le reclame el trono por medio del pecado. Dios todavía tiene posesión de esta persona y Cristo todavía está en su vida, pero esta persona ha caído en pecado en una o más áreas de su vida. Por no estar rendido a Cristo, el creyente mundano se encuentra en un plano de estancamiento en su crecimiento espiritual, debido a que no confiesa ni se arrepiente de sus pecados. Satanás ha tenido éxito en influenciarlo y controlarlo por medio de la carne.
El apóstol Pablo escribe a los cristianos de Corinto:
El cristiano mundano o carnal ciertamente experimenta la convicción del Espíritu Santo y no continuará en sus pecados indefinidamente; de otro modo, es posible que ni siquiera sea cristiano. Sin embargo, fracasado y sin fruto, está dependiendo de sus propios esfuerzos y de su fuerza de voluntad para vivir la vida cristiana, en vez de apropiarse de los recursos sobrenaturales e inagotables del Espíritu Santo.
Aferrándose a sus intereses egocéntricos por un lado y buscando a tientas las bendiciones de Dios por el otro, esta persona fracasa una y otra vez en vivir la vida cristiana en la llenura y el poder del Espíritu Santo.
El estado de carnalidad, o sea de pecados sin confesar, es en realidad una existencia infeliz y miserable. Tristemente, ésta es la situación en la que actualmente se encuentran millones de cristianos - de nuevo en el trono de sus vidas - y a menudo ni se dan cuenta de que están en esta categoría carnal. Un hombre me dijo que toda su vida había oído a su pastor hablar de los cristianos carnales, pero que siempre entendió que su pastor se refería a otras personas. Para él fue una sorpresa y un choque descubrir que él mismo era un cristiano carnal.
El apóstol Pablo sabía lo que significaba ser mundano. En la epístola a los Romanos, capítulo siete él escribe:
¿Diría usted que este pasaje de la Biblia, describe su actual relación con Dios?
En Detroit, Michigan, una pareja de avanzada edad fue llevada al hospital sufriendo de desnutrición y agotamiento. Cuando la policía comenzó a buscar en su hogar desordenado y lleno de basura, descubrió más de cuarenta mil dólares en efectivo escondidos entre sus pertenencias. Hacía mucho tiempo que se habían olvidado que poseían esa fortuna.
De la misma forma, el cristiano mundano vive en pobreza espiritual, como si fuera un ateo en la práctica, profesando creer en Dios, actúa como si Dios no existiera o no estuviera dispuesto a ayudarle. No logra comprender el significado de la muerte de Jesús en la cruz y de Su resurrección de la muerte. Jesucristo no sólo pagó el precio de sus pecados, sino que realmente anuló el poder del pecado en su vida. El apóstol Pablo comprendió la angustia y la frustración que resultan al intentar vivir la vida cristiana con la pura fuerza de voluntad.
¿Se preguntó alguna vez, «Quién me librará de mi desagradable carácter, de mi egocentrismo y de mis fracasos y mis defectos?” ¡Hay Buenas Nuevas! Observe la respuesta del apóstol Pablo:
¡Gracias a Dios, que Cristo lo ha logrado! ¡Jesús me libertó!
El pastor de una gran iglesia se acercó a conversar conmigo después que presenté un mensaje sobre cómo experimentar el amor y el perdón de Dios. Se notaba lleno de odio y de resentimiento hacia los líderes laicos de su anterior iglesia, pues sentía que éstos le habían causado un gran daño y que, inclusive, habían tratado de destruir su ministerio.
Ahora, este pastor se había dado cuenta que a causa de querer desquitarse, él mismo se había convertido en un cristiano vengativo, criticón y mundano. Había llegado al punto en el que sólo había dos opciones, o ponerse bien con Dios o dejar el pastorado. Como él lo mencionó, “Esta mundanalidad cancerosa está destruyendo mi vida y mi ministerio.”
Cuando nos arrodillamos juntos para pedir el amor y el perdón de Dios, sus lágrimas de arrepentimiento fueron seguidas por lágrimas de gozo. Algunos días después él fue a visitar a los líderes de la iglesia a quienes antes había odiado, y cuando les dijo que los amaba y les pidió perdón, los líderes respondieron con gozo y amor cristiano. Este amado pastor volvió a su segunda iglesia con un corazón ardiente de amor y renovado celo por nuestro Señor.
Un hombre de negocios de otra iglesia vino un día a verme. Se veía grandemente angustiado porque su iglesia estaba dividida.
“La mitad de nuestros miembros se irán y comenzarán otra iglesia,” dijo.
Esto también me angustió, porque no puedo imaginar nada más trágico que un grupo de cristianos dividido.
Conforme conversábamos, el hombre descubrió y admitió que era un cristiano mundano. Le expliqué cómo Dios había provisto la solución para que él fuera una persona espiritual. Realmente no tenía por qué continuar viviendo como un cristiano mundano, carnal. Finalmente, nos arrodillamos juntos y oramos. El pidió perdón por sus pecados e invitó a Dios a llenar y controlar su vida a través del Espíritu Santo. Cuando nos regociamos por lo que Dios había hecho, me dijo, “Ahora ya no habrá ningún problema en mi iglesia. ¡Yo soy el que había estado causando todos los problemas!”
Desafortunadamente, el ácido corrosivo de la mundanalidad no sólo consume a las iglesias. También disuelve matrimonios, hogares, familias enteras y trabajos. Usted puede sentir los efectos en su vida cuando las relaciones con sus seres queridos se han deteriorado y cuando sus amigos se han convertido en conocidos indiferentes.
Usted puede descubrir la misma libertad que el apóstol Pablo encontró. Y puede disfrutar la victoria sobre la que él escribió en su carta a los Romanos, capítulo 8:
El Espíritu Santo le proporciona poder para vivir como una persona espiritual. Por años había buscado a Dios con todo mi corazón. Había intentado toda forma posible de disciplina personal, incluyendo los días de ayuno y oración, suplicándole a Dios que me diera Su poder. Cuanto más lo intentaba más frustrado me sentía. Luego, un día, mientras estudiaba este pasaje en la epístola a los Romanos, leí un versículo que cambió mi perspectiva:
¡Qué alivio descubrir que nunca podría vivir la vida cristiana por mis propios esfuerzos. Debo confiar en que Cristo viva Su vida resucitada a través de mi. Sólo Él podía capacitarme para vivir como yo debería. La vida cristiana es una vida sobrenatural y sólo Cristo, por medio del poder del Espíritu Santo, puede capacitarlo para vivirla.
Las distintas formas de disciplina religiosa que el hombre se impone a sí mismo, sólo conducen al fracaso y a la frustración. El Espíritu Santo lo libera del siniestro poder del pecado y de la muerte. Sólo el poder del Espíritu Santo nos da la victoria.
Por fe, usted puede experimentar el amor y perdón de Dios y vivir como una persona espiritual. La fe, no su esfuerzo propio, es lo que agrada a Dios.
Pero no sólo es suficiente tener fe en la fe misma. En un día de invierno, un hombre puede tener gran fe en que el hielo del lago sostendrá su peso. Con gran fe puede caminar valientemente sobre el frágil hieIo - y ¡de pronto llevarse una helada sorpresa!
Usted debe poner su fe, débil o fuerte, en un objeto digno de total confianza. El objeto de la fe cristiana es el Señor Jesucristo y Su santa e inspirada Palabra, La Biblia. Sólo nuestro Señor tiene el poder de librarlo de una vida mundana y proporcionarle una relación gozosa, llena de bendiciones y fruto espiritual.
Usted debe poner su fe en el Dios fiel y en Su Palabra. Cuanto más conozca a Dios, mayor confianza le tendrá y cuanto más confíe en El, más experimentará Su amor incondicional y Su poder ilimitado.
¿Ha dudado alguna vez del perdón de Cristo? Si es así, tengo buenas nuevas para usted. La muerte de Cristo, por usted, es el fundamento del perdón. Debido a la muerte sustitutoria de Cristo en la cruz, su perdón no es meramente una esperanza.
¡Es un hecho!
Cristo pagó el precio completo por todos sus pecados, de una vez y para siempre. Si usted es cristiano, todos sus pecados - pasados, presentes y futuros, han sido perdonados. No puede añadir nada a lo que Cristo ya ha hecho por usted. Las súplicas, las lágrimas, los esfuerzos personales, o los rituales religiosos, no pueden reconciliarlo con Dios. Esto se hizo realidad en el momento en que usted confesó sus pecados y colocó su fe en Cristo como su Salvador y Señor.
El capítulo 10 de la epístola a los Hebreos proclama:
Para recibir el perdón de Dios, sencillamente confiese sus pecados, y por fe acepte Su perdón. Yo llamo a este proceso “Respiración Espiritual.”
De la misma forma en que exhala e inhala físicamente, también debe respirar espiritualmente.
Usted exhala espiritualmente cuando confiesa sus pecados. La Biblia promete que si usted le confiesa a Dios sus pecados, Él es fiel y justo para perdonar sus pecados y limpiarlo de toda maldad.
Confesar sus pecados significa ponerse de acuerdo con Dios sobre ellos. Esto incluye tres pasos.
Primero, usted está de acuerdo en que sus pecados son malos y desagradan a Dios. Dios es santo y no acepta el pecado. Él lo ama a pesar de que en su vida haya pecados sin confesar. Sin embargo, para recibir Su perdón usted debe considerar su pecado tan seriamente como Dios lo hace. Si no reconoce su pecado, no hay esperanza de salvación para usted. En Proverbios 14:9 dice, “Los necios se mofan del pecado.” San Juan escribe, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si decimos que no hemos pecado,le hacemos a Él mentiroso, y su Palabra no está en nosotros.”
Segundo, usted reconoce que Dios ya ha perdonado sus pecados a través de la muerte de Cristo y del derramamiento de su sangre en la cruz. La confesión, entonces, es una expresión de fe y un acto de obediencia que resulta en que Dios haga realidad, en tu experiencia, lo que ya ha hecho por ti a través de la muerte de Su Hijo. Esta experiencia real y continua del perdón de Dios, te ayuda a seguir siendo un canal abierto, a través del cual pueden fluir el amor y el poder de Dios.
El pecado que no se ha confesado interrumpe el fluir del poder de Dios en su vida. Permítame ilustrarlo. Un día, cuando estaba operando los controles del tren eléctrico de mi hijo, de pronto éste dejó de funcionar. No podía entender qué era lo que estaba mal. Levanté el tren y lo coloqué de nuevo sobre los rieles. Lo enchufé y lo desenchufé; no pasó nada. Luego descubrí que una pequeña pieza de metal, una señal de “no doblar a la izquierda”, se había caído sobre los rieles, interrumpiendo el paso de la energía eléctrica.
Para disfrutar de una vida cristiana victoriosa y vivir como un cristiano espiritual, usted debe mantener “cuentas cortas” con Dios. Con esto me refiero a que debe confesar cualquier pecado que entra a su vida, en el mismo momento en que el Espíritu de Dios se lo revele. Si se rehúsa a confesar su pecado, usted se convierte en un cristiano carnal y camina en las tinieblas, en vez de caminar en la luz del amor y el perdón de Dios.
Tercero, usted se arrepiente, cambia de actitud, lo cual da como resultado un cambio de acciones y conducta. Por medio del poder del Espíritu Santo, usted se aparta de su pecado y cambia su conducta. En vez de ceder a la compulsión de lo que su naturaleza mundana y carnal quiere hacer, ahora hace lo que Dios quiere, en el poder del Espíritu Santo.
Con la confesión de sus pecados, o sea exhalando, comienza el proceso de la “Respiración Espiritual.” Al inhalar, usted deja de ser un cristiano carnal y se vuelve un cristiano espiritual, apropiándose de la llenura y el poder del Espíritu Santo por fe. Muchas personas de hecho niegan la realidad del pecado en sus vidas. Otros intentan ignorar la mancha del pecado diciendo, “No es tan malo.” Algunos tratan de justificarse diciendo, “No soy peor que otros.” Muchos otros inventan sus propios métodos para vencer el pecado en sus vidas, pero la única esperanza que una persona tiene para vencer al pecado es recibir la limpieza sobrenatural, la limpieza que sólo Dios puede realizar a través de Su Hijo, el Señor Jesús, quien murió y derramó su sangre por nuestros pecados.
El rey David conocía bastante bien al pecado. El Salmo 51 fue escrito después que Natán el profeta, había venido a informarle a David del juicio de Dios contra él, por causa de su adulterio con Betsabé y del asesinato de Urías Heteo, el esposo de ésta. Sin embargo, David es descrito como un hombre conforme al corazón de Dios, porque se había arrepentido. “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia,” escribió. “Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí.»
En el Salmo 32, él expresa el gozo que sintió por el amor y el perdón de Dios:
David, desde las profundidades de su experiencia, comparte esta advertencia, que fluye de lo más íntimo de su corazón: “Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.”
Me siento preocupado por la multitud de cristianos que están recibiendo severas disciplinas de Dios, porque no confiesan sus pecados. Estas personas sufren reveses económicos, enfermedades físicas y atraviesan por todo tipo de dificultades, debido a que le son desobedientes y Él está tratando de llamar su atención para bendecirlos y enriquecer sus vidas.
Le animo a hacer lo que yo mismo acostumbro hacer cuando experimento dificultades. Vuelvo al Señor y le pregunto, “Señor, ¿hay algún pecado en mi vida que hace necesario que me disciplines?” La Biblia dice que Dios disciplina a quienes ama.
Cuando usted experimente dificultades, es importante que se mire en el espejo de la Palabra de Dios y confiese cualquier pecado que Él le revele.
El recibir la limpieza de Dios por los pecados que le obstaculizan, abre el camino para recibir la vida abundante y feliz a la que Jesucristo le ha llamado. Por fe, y con sencillez declare como verdad lo que Jesucristo ha dicho y hecho por usted.
Por fe, debe verse como Dios lo ve, como Su hijo, amado, perdonado y limpiado. Por fe, puede confesar sus pecados y arrepentirse, y por fe puede aceptar el perdón y la limpieza de Dios.
Ahora, tal vez usted se pregunte, “Si Cristo ya ha pagado el castigo por mis pecados, ¿por qué debo confesarlos?»
Al confesar su pecado usted actúa en base a su fe en Dios y Su Palabra. La confesión no le da más perdón. Cristo ya lo ha perdonado de una vez y para siempre, pero al admitir sus pecados, usted establece en su experiencia lo que Dios ha hecho por usted por medio de la muerte de Su Hijo.
Jesús relató una historia para que comprendiéramos la confesión y el perdón de Dios.
Ante la insistencia de su hijo menor, un padre le dio la parte de la herencia que le correspondía. El hijo dejó el hogar y malgastó su herencia en fiestas y prostitutas. Más tarde, el hijo volvió al hogar hambriento y sintiendo que ya no era digno de ser considerado un hijo. Sin embargo, su padre corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó, le colocó un anillo en su dedo, le dio zapatos e hizo un banquete en su honor.
Por medio de esta parábola, Jesús enseñó que Dios no lo ama “cuando”, “si”, o “porque” lo merezca, sino que lo ama a pesar de que sea desobediente y rebelde. Uno de los descubrimientos más conmovedores para mí, en el estudio de la Biblia, fue una declaración que Jesús hizo, en una oración que se encuentra en San Juan 17:
¡Imagínese! Dios lo ama tanto como ama a su único y amado Hijo, el Señor Jesucristo. Esta es la gran verdad. Cuando usted le confiesa a Dios sus pecados, por Su amor incondicional, Él lo recibe nuevamente y lo perdona sin reparos. En vez de huir de Él con temor, usted puede correr a sus amorosos brazos, confiando en que El lo perdonará, pero si se niega a relacionarse honestamente con Dios, ignorando sus pecados, usted se volverá mundano y vivirá en las tinieblas en vez de caminar en la luz de Dios. Como en 1 Juan 1:6,7 dice:
Tal vez usted es consciente de los pecados que no le ha confesado a Dios. Como resultado, ha dejado su primer amor por Él. Quizás tiene resentimiento hacia alguien. Su relación con Cristo puede parecerle mecánica y rutinaria Siente que sus oraciones no llegan a Dios. Lee su Biblia, pero no recuerda lo que ha leído. Aún puede tratar de testificar de Cristo, pero nadie responde.
Un día yo me encontraba hablando con un amigo por medio de un teléfono celular desde mi automóvil. En cierto momento de nuestra conversación, todo lo que yo podía oír era una fuerte interferencia algo había interrumpido la señal de radio y había perdido buena parte de lo que mi amigo había dicho. Después que el automóvil pasó de aquel obstáculo, una vez más pude escuchar su voz con claridad y pudimos continuar nuestra conversación.
El pecado obstruye su comunicación y su relación con Dios. Cuando usted tolera el pecado en su vida, no puede oír a Dios. Se siente desanimado y confundido. De pronto, se da cuenta que está viviendo en base a lo que recuerda de Dios, en vez de vivir en una interacción dinámica con El.
Todo lo que debe hacer para experimentar el perdón de Dios es confesar sus pecados. Exhale espiritualmente. Esa respiración purificadora restaura su comunión con El.
Permítame compartirle un proceso simple, una fórmula espiritual que ha ayudado a miles de personas a experimentar el amor y el perdón de Dios.
Comience pidiéndole al Espíritu Santo que le revele todo pecado que haya en su vida. Tome lápiz y papel y haga una lista de todos los pecados que Él traiga a su mente. Mientras los escribe, confiésale cada uno de ellos a Dios.
Le animo a humillarse delante de Dios mientras hace esto. Déle tiempo para que Dios le revele todo lo que le está desagradando en su vida. Esta lista es sólo entre usted y Dios, así que sea completamente honesto. Dígale a Dios todo lo que esté mal.
Su lista podría incluir (Sólo por nombrar algunos):
Cualquiera que sea su pecado, escríbalo y recuerde: usted tiene un Dios amoroso que lo perdona - que aun dio a Su mismo Hijo, el Señor Jesucristo, para morir por usted.
Una noche, después de una conferencia, un joven me dijo, “Yo no consideraba necesario hacer una lista. No podía pensar que hubiera algo malo en mi vida. Pero cuando vi a los demás haciendo sus listas, el Espíritu de Dios me guió a hacer lo mismo.”
Aunque no había en su vida ningún aspecto que reflejara gran desobediencia, dijo, una cantidad de pequeñas cosas habían mellado el filo cortante de su amor y testimonio por Cristo.
Él me animó, “Si usted habla de nuevo sobre este tema, esté seguro de insistir en que todos hagan la lista de sus pecados, incluyendo a los que piensan que no hay áreas de grandes pecados en sus vidas. Si yo no hubiera hecho mi lista, me habría perdido una bendición muy especial de parte de Dios.”
Después de escribir su lista de pecados que Dios le ha revelado, escriba sobre la lista y en forma diagonal la promesa del perdón de Dios, que se encuentra en 1 Juan 1:9:
Cuando haya finalizado su tiempo de oración y confesión, acepte el perdón de Dios por fe, luego destruya la lista como una ilustración del perdón que Dios le ha otorgado. Puede romperla en pequeños pedazos o quemarla para demostrar cómo Dios le ha perdonado completamente.
El paso final en el proceso es preguntarle a Dios si debe hacer alguna restitución hacia alguien. Usted tal vez deba disculparse por tener una mala actitud hacia otros. Tal vez deba pedirle perdón a alguna persona por la forma en que la ha tratado. Tal vez tenga que devolver algo que ha robado.
Es importante restituir, porque usted no puede mantener una conciencia limpia delante de Dios si todavía tiene una conciencia culpable delante de las personas. La confesión a menudo incluye hacer restitución.
Al finalizar una reunión entre médicos cristianos en Arrowhead Springs, California donde había hablado sobre este tema del perdón, un doctor aceptó el desafío de hacer su lista. Se veía muy emocionado cuando a la mañana siguiente vino a verme muy temprano.
“Ayer, cerca de medianoche”, me dijo, “un doctor amigo vino a mi habitación y me dijo que él me había odiado por años mientras pretendía ser mi amigo. Cuando él estaba haciendo su lista, Dios le dijo que debía venir, contármelo y pedirme perdón. Luego tuvimos un maravilloso tiempo de oración. Dios nos bendijo en una manera muy especial.”
Él me animó a continuar instando a los cristianos a que confiesen a Dios sus pecados y, si es necesario, que pidan perdón a aquellos a quienes hayan hecho algún mal, según el Espíritu Santo los guíe.
¿Está usted llevando cargas pesadas de culpabilidad? ¿Se pregunta usted si alguna vez podrá experimentar el amor y el perdón de Dios que otros cristianos disfrutan con tanto gozo?
Tal vez usted se siente como el hombre que estaba junto a la carretera con una carga pesada en sus espaldas. Muy pronto se detuvo una camioneta y el conductor se ofreció a llevarlo. El cansado viajero aceptó alegremente. Pero cuando subió a la camioneta, él continuó cargando sobre sus espaldas aquella pesada carga.
“¿Por qué no baja su paquete y descansa?”, le preguntó el conductor.
El viajero desanimado respondió, “¡No puedo hacer eso! Sería demasiado pedirle que además de llevarme a mí, lleve mi carga.”
“¡Qué hombre más tonto!”, dirá usted. Esa no sería nuestra respuesta a tal ofrecimiento, ¿no es cierto? Sin embargo, muchos cristianos continúan llevando pesadas cargas de culpa, aun después de que han confiado sus vidas al Señor Jesús y después que han recibido Su perdón.
Frecuentemente, experimentamos hostilidad o rechazo de parte de nuestros amigos o de nuestra familia, cuando no cumplimos con sus expectativas. Si usted realmente ha dañado a otra persona, el confesar y restituir cuando sea posible, lo liberará de la culpa. Los sentimientos de culpa permanecerán, si usted no se perdona a sí mismo o si sólo trata de vivir de acuerdo a las expectativas irreales de los demás.
Nadie es perfecto, pero como cristianos no vivimos en condenación. Al haber sido perdonado, usted es declarado justo delante de Dios en Jesucristo.
Cuando haya completado este sencillo procedimiento, cualquier sentimiento de culpa que permanezca no proviene de Dios. Estos sentimientos provienen de Satanás. Sus pecados han sido llevados tan lejos como está el oriente del occidente. Están sepultados en lo profundo del mar. Dios los ha colocado detrás de Sus espaldas y nunca más se acordará de ellos.
Había un niño que tenía como mascota a un pajarito. Un día el pajarito murió. El niño estaba muy triste, y sus padres decidieron que en vez de permitir que su hijo siguiera deprimido, ellos harían que la ocasión fuera un episodio para recordar.
Le dijeron, “hagamos un funeral.” Llamaron a todos los niños del vecindario, cavaron un pequeño hoyo en la tierra, colocaron el pajarito en una caja, y lo sepultaron con una ceremonia. En vez de estar deprimido, el niño estaba emocionado.
Al día siguiente, fue y desenterró el pajarito para ver como estaba. Su padre, sin embargo, insistió en que lo sepultara de nuevo. Así que lo hizo. Unos días después, el niño volvió y desenterró al pajarito de nuevo. Esto se repitió en varias oportunidades y cada vez el padre lo reprendía. Finalmente, el padre se enojó y le dijo, “¡Mira, deja ese pajarito en la tierra y nunca más lo desentierres!.” Así que lo hizo.
¿Está usted sólo confesando sus pecados una y otra vez, sin un sentido de perdón, como el pequeño niño desenterraba aquel pajarito muerto?
Todos sus pecados han sido perdonados por Dios en base a la muerte de Cristo en la cruz y del derramamiento de Su sangre por sus pecados. Siempre que Satanás lo acuse de algún acto del pasado por el que haya contristado u ofendido al Espíritu Santo, usted puede decir con gran gozo, “He confesado ese pecado y sé que Dios me ha perdonado y me ha limpiado tal como lo prometió.” Luego, deje que ese pecado quede sepultado en Su perdón.
Lo desafío a examinar su vida ahora mismo. ¿Está usted experimentando la plenitud de la vida cristiana? ¿Está llevando una carga de culpa por pecados pasados en su vida? Yo le insto a comenzar el proceso de la Respiración Espiritual hoy mismo. Esto ha ayudado a millones de cristianos, y estoy seguro que también le ayudará a usted.