Un prominente hombre de negocios, líder en su iglesia, vino a visitarme a mi oficina. Desde cualquier punto de vista éste era un hombre destacado y de gran éxito. Al conversar se hizo muy evidente de que a pesar de su liderazgo activo en una iglesia, se sentía inseguro de su destino eterno y estaba buscando desesperadamente tener seguridad de su salvación espiritual.
La esposa de un líder cristiano me dijo, “Durante los últimos treinta años, mi esposo y yo hemos conducido a Cristo a miles de personas, pero nunca he estado segura de mi propia salvación. Ahora, estoy desesperada por tener esa seguridad. Necesito su ayuda.”
Un estudiante que recién había confiado en Jesucristo en su corazón, se puso de pie. Con una expresión confusa y preocupada dijo, “No siento ninguna diferencia. Yo creo que Dios no oyó mi oración. ¿Cómo puedo estar seguro de que Cristo ha entrado a mi vida?”
Tal vez usted también esté inseguro sobre su relación con el Señor. Por mi experiencia en aconsejar a miles de estudiantes y laicos a través de los años, estoy convencido de que millones de personas que asisten a las iglesias han invitado a Cristo en sus vidas, muchos de ellos una y otra vez, pero no están seguros de su salvación.
En realidad, las encuestas indican que el 50% de los miembros de las iglesias en los Estados Unidos no están seguros de que Cristo está en sus vidas. Son éstas unas buenas personas que a menudo han servido fielmente en sus iglesias durante años. Sin embargo, ellas todavía no están seguras de la presencia permanente de Cristo, no confían en que si murieran hoy irían con el Señor al cielo.
¿Por qué existe esa angustiosa incertidumbre aun entre personas de gran dedicación religiosa? Estoy convencido que la falta de seguridad se debe a información incorrecta o a la falta de información acerca de quién es Dios. Esto incluye la comprensión de la deidad de Cristo, el significado de la crucifixión y la resurrección de nuestro Señor y lo que significa recibirle como Salvador y Señor.
Permítame hacerle esta pregunta personal que es de mucha importancia: ¿y usted? Si muriera hoy, ¿está absolutamente seguro, sin ninguna sombra de duda, de que iría al cielo?
En las páginas siguientes quiero presentarle un mensaje de gran esperanza. Es un mensaje que todo el mundo desea, y creo que hoy es muy necesario para la iglesia
He encontrado que existe hoy un hambre generalizada por conocer a Jesucristo en todo el mundo. Permítame darle sólo algunos ejemplos.
Una amiga me pidió que me entrevistara con su hermano. Ella estaba preocupada por él debido a que no era cristiano. Este hombre era uno de los líderes financieros y políticos de nuestro país.
Arreglamos una cita. Después de que me presenté, conversamos brevemente acerca de la condición del mundo y la necesidad de un avivamiento moral y espiritual, con lo cual él estuvo de acuerdo. Le sugerí que Dios lo había ubicado en una posición única de liderazgo y que él podría tener un impacto real para ayudar a cambiar el mundo para bien. Pero primero él debería permitir que Dios lo cambiara.
Compartí con él una copia de “Las Cuatro Leyes Espirituales” y le pregunté si le gustaría leerla conmigo. Cuando terminamos de leer el folleto, este hombre famoso y poderoso dijo humildemente que a él le gustaría recibir a Cristo. Oramos juntos.
Cuando terminamos de orar, él me miró y dijo, “Quiero saber realmente qué significa esto. Digame que se supone que debo hacer.”
En Corea aproximadamente diez mil estudiantes, laicos y pastores que participaban en un seminario de capacitación de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, hablaron con más de cuarenta y dos mil personas durante el período de capacitación acerca de cómo llegar a ser cristiano. Más de 16 mil personas oraron con ellos y recibieron a Cristo. Además 380 personas más expresaron su deseo de ser llenas del Espíritu Santo.
En Haití, durante una semana similar de capacitación, más de mil personas recibieron a Cristo en un día, cuando aproximadamente 500 pastores y líderes laicos compartieron el evangelio a través del uso del folleto de las Cuatro Leyes Espirituales.
Mi esposa Vonette y yo hemos visitado lo que era la Unión Soviética muchas veces en los últimos años. Lo que hemos presenciado y oído es nada menos que milagroso. El hambre espiritual en esos países y su apertura al evangelio es mayor de lo que hubiéramos podido imaginar. Los líderes cristianos están sembrando el evangelio por todos lados, recibiendo una respuesta abrumadora.
Recientemente Vonette habló en una reunión de mujeres, que fue la primera de esta clase y que se llevó a cabo para celebrar el Día Internacional de la Mujer en la ex-Unión Soviética. Más de 300 mujeres se reunieron a escucharla, en una Iglesia Cristiana que había sido fundada hace un siglo. Ella les enseñó la Biblia durante una hora, y su conferencia fue seguida por dos horas y media de preguntas y respuestas que demostraron ampliamente el hambre espiritual reinante en ese lugar.
Hasta este momento noviembre 2020 se registra alrededor de 9 millones de reproducciones de la película Jesús. Alrededor de 6 millones de personas han decidido seguir a Cristo como Señor y Salvador luego de mirar la película Jesús. Se han plantado alrededor de 3 millones de iglesias a través del proyecto Película Jesús.
Los cristianos han encontrado tal apertura para el evangelio en Siberia que han exhibido la película “JESUS” en horario extraordinario aun durante el más crudo invierno. Estas son actividades cristianas que nunca se habían oído en Occidente. Cada dos horas, la película “JESUS” está siendo exhibida en un atestado salón, aun hasta la medianoche y de madrugada. Por más de 70 años, el pueblo soviético ha estado hambriento de Dios y soporta con mucha disposición las inclemencias del tiempo, aun en las heladas noches siberianas, para conocer sobre de nuestro maravilloso Salvador.
En Rumania, un hombre describe la apertura para el evangelio en su país,
Un Pastor rumano reporta,
Los misioneros que viven en Europa Occidental y distribuyen Biblias a los europeos del Este, viajan por todos estos países informando también de la gran hambre por la Palabra de Dios. Cuando reparten literatura cristiana en barcos, autobuses y trenes de Bulgaria, Polonia, Eslovaquia, la República Checa, Rusia y Rumania, encuentran manos ansiosas tratando de alcanzar las Biblias para satisfacer sus profundas necesidades espirituales.
Incluso los marineros de embarcaciones procedentes de Cuba, Etiopía y China quieren apagar su sed espiritual. Un misionero cuenta que cuando puede abordar barcos chinos, encuentra a muchos marineros dispuestos y ansiosos de aceptar Biblias gratis. En un barco, su maletín lleno de Biblias y Nuevos Testamentos fue vaciado en cuestión de segundos.
Estos ejemplos nos muestran sólo algunos de los millones de personas que tienen hambre de Dios en todo el mundo. Creo que millones de personas están inseguras de su relación con Dios simplemente por falta de información. Nosotros debemos ayudarlos a comprender que el cristianismo no es sólo una filosofía de vida, ni un código de ética, ni sólo normas para seguir. El cristianismo es una relación personal con el Dios vivo, el Creador Todopoderoso, por medio de la fe en su único Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo.
Si usted quita a Buda del budismo, a Mahoma del islamismo y así a los fundadores de otras religiones, no se notará gran diferencia. Pero si usted quita a Jesucristo del cristianismo, no quedará más que la forma externa. El cristianismo es una relación personal con el Cristo vivo.
¿Cómo puede entonces estar seguro de su relación con Cristo? Otra vez le hago esa pregunta fundamental, «Si usted muriera en este momento, ¿sabe dónde pasaría la eternidad?»
Tal vez usted ha recibido a Cristo hace poco tiempo y todavía no está seguro de que realmente haya pasado algo, usted no confía en su salvación; le falta información sobre la seguridad de su relación con Dios.
Quiero compartir con usted algunos principios vitales que le darán esa seguridad.
Ser Cristiano implica recibir por fe a Jesucristo como Señor y su regalo de amor y perdón de Dios.
Esto resulta en una triple entrega de dedicación a una persona, la persona del Señor Jesucristo. Es una entrega de su intelecto, de sus emociones y de su voluntad a Él.
Examinemos, uno por uno, cada elemento de esta entrega del cristiano.
El cristianismo se funda en bases bíblicas sólidas y en hechos históricos. Para estar seguro de que usted es cristiano, debe comprender que el cristianismo no es un salto de fe a ciegas, a las tinieblas de lo desconocido. Las verdades de la fe cristiana están bien documentadas por siglos de hechos históricos, estudios e investigación. Muchos eruditos han dedicado sus vidas a investigar el nacimiento, la vida, la enseñanza, los milagros, la muerte, la resurrección y la influencia de Jesús de Nazaret. Como resultado, contamos con abrumadoras evidencias históricas que comprueban todo lo anterior.
La evidencia incluye escritos de los contemporáneos de Jesús cuyas vidas fueron transformadas para siempre como resultado de su comunión íntima con Él. Los enemigos de Cristo verificaron también Su resurrección al conspirar y pagar testigos para fabricar una historia que explicara el motivo por qué la tumba de Jesús estaba vacía.
Por medio de éstas y otras pruebas más convincentes, nosotros sabemos con certeza que Jesús vivió en la tierra, murió y resucitó.
En los últimos años de su vida, el dramaturgo alemán Johann Wolfgang Von Goethe escribió:
El novelista y filósofo ruso Fedor Dostoievsky dijo:
El Dr. Charles Malik de Líbano, expresidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas dijo,
Alejandro, César, Carlomagno y yo hemos fundado imperios. Pero, ¿en qué basamos las creaciones de nuestro propio ingenio? En la fuerza. Jesucristo fundó su imperio sobre el amor; y en este momento millones de hombres morirían por él.”
Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos de América y autor principal de la Declaración de la Independencia, dijo, “De todos los sistemas de moralidad que he observado, antiguos y modernos, ninguno me parece tan puro como éste de Jesús.”
Más importante que lo que otros dicen acerca de Jesús, es lo que la Biblia dice acerca de Él. Jesucristo era Dios en carne y hueso. Él vino a la tierra para morir en nuestro lugar. Él estuvo dispuesto a llevar sobre sí, la muerte que cada uno de nosotros merecía. Por medio de Su muerte y resurrección, Jesús nos permite recibir vida eterna y acceso libre al Dios Todopoderoso.
Hace varios años, después de haber dado una conferencia en una de las universidades más importantes del país, un joven estudiante se acercó para hablarme. Era el líder del movimiento comunista en la universidad. Me acusó de tratar de “lavarle el cerebro” a los estudiantes por ser yo más maduro que ellos. Además tenía resentimiento contra mí por hablar de mi punto de vista cristiano, una filosofía que, como es natural, se oponía diametralmente a sus creencias marxistas.
En lugar de discutir con él, lo invité a mi casa a cenar. Mientras comíamos, entablamos una amena conversación sobre diversos temas. Después de comer el postre, tomé mi Biblia. “Me gustaría leerle algo de la Biblia,” le dije.
El reaccionó duramente. “¡No creo en la Biblia!” declaró. “No quiero oír nada de lo que usted lea. He leído la Biblia de tapa a tapa y está llena de contradicciones y mitos. No creo una palabra de eso.”
Le respondí diciendo, “Si a usted no le importa, leeré algunas porciones de todos modos.” Entonces abrí mi Biblia en el primer capítulo del Evangelio de Juan y leí:
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él...
Déjeme leer eso”, dijo ansiosamente. “No recuerdo haberlo leído antes.” Leyó otra vez el pasaje cuidadosamente y me devolvió la Biblia sin comentarios. Nuevamente abrí la Biblia, esta vez en Colosenses capítulo 1, comenzando con el versículo 13, y leí:
El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él.
Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud, y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Col. 1:13-20
De nuevo me preguntó si podía leer el pasaje por sí mismo. Después volví a abrir mi Biblia y leí en Hebreos 1:1-3.
Para entonces, el joven estaba muy serio. A este punto su actitud beligerante y antagonista había cambiado. En seguida leí 1 Juan 2:22, 23.
Cuando terminé de leer, él estaba visiblemente conmovido. Conversamos unos instantes más. Después de un momento se levantó y se preparó para marcharse. Le pregunté si le gustaría escribir su nombre en nuestro libro de visitas. El asintió.
Después de anotar su nombre y su dirección, escribió estas significativas palabras, “la noche de la decisión.”
He aquí un joven que había venido con fuego en los ojos, lleno de resentimiento y enojo hacia los cristianos. Sin embargo, por medio de la sencilla lectura de la santa e inspirada Palabra de Dios, el Espíritu Santo movió a este joven al punto de estar intelectualmente dispuesto no sólo a aceptar lo que había oído, sino a creerlo y recibirlo.
Después de una de mis conferencias acerca de la singularidad de Jesús, un destacado erudito originario de la India y celoso practicante del hinduismo, quien ostentaba un doble doctorado (uno en física y otro en química) se acercó a mí enojado e impaciente.
“Estoy muy enojado con ustedes los cristianos,” dijo. “Me ofende la arrogancia con la que ustedes dicen tener el único camino para llegar a Dios. Yo pienso que el hinduismo es otro, el budismo, el sintoísmo y otras religiones son todos caminos para llegar a Dios.”
Conforme hablamos y examinamos la Biblia juntos, comenzó a ver que el cristianismo es totalmente diferente de otras religiones y filosofías. Sólo el cristianismo hace provisión para la necesidad básica del hombre - el perdón de los pecados. El admitió que la lectura diligente de los sagrados escritos hindúes y el observar cuidadosamente las ceremonias y ritos nunca lo habían capacitado para encontrar a Dios en manera personal. Finalmente, nos arrodillamos juntos, y este joven intelectual hindú le pidió a Jesús que le perdonara sus pecados y que fuera su Salvador.
Para ser cristiano usted debe considerar las aseveraciones de Cristo y creer intelectualmente que Jesús es Dios y murió por sus pecados, fue sepultado y se levantó de entre los muertos. Usted debe creer que Él quiere venir a su vida para ser su Salvador y Señor.
El ser cristiano incluye también la participación de sus emociones.
Por la Biblia sabemos que Dios mismo tiene emociones. El siente amor, gozo, tristeza, compasión, enojo, desilusión y muchas otras emociones más. La Biblia también dice que usted fue creado a la imagen de Dios. Como parte de su imagen, Dios nos ha dado la capacidad de experimentar emociones. Todo lo que usted hace, desde que se levanta por la mañana hasta que se va a dormir por la noche, tiene que ver con sus emociones.
Cada persona que cree en Jesucristo como su Señor y Salvador tendrá una experiencia emocional distinta a la de otros. Pablo se encontró con Dios en un episodio dramático en el camino a Damasco. Timoteo, por otro lado, fue formado en un hogar cristiano donde llegó a conocer a Cristo a una edad temprana y creció poco a poco en su fe.
Con frecuencia escuchamos a personas que al convertirse en cristianos comparten entusiastamente cómo sus encuentros dramáticos con Cristo los ha librado de la adicción a la droga, de burda inmoralidad o algún otro grave problema. El hecho de que sus vidas fueran radicalmente cambiadas, respalda sus palabras.
Por otro lado, hay muchos que se han arrodillado silenciosamente en la privacidad de sus hogares, como sucedió en mi caso, o en un retiro en la montaña, o en el santuario de una iglesia y allá recibieron a Cristo en sus vidas sin ninguna experiencia emocional dramática.
Las emociones pueden ser engañosas. Probablemente ningún otro aspecto ha causado más inseguridad en las personas en su relación con Dios, como lo ha sido el énfasis equivocado en las emociones. Yo mismo he tenido momentos de gran regocijo, de entusiasmo y de gran percepción espiritual. Por otro lado, también he tenido momentos de tristeza y desilusión. Pero no dependo de esos sentimientos para determinar mi unión con Dios. Mis emociones pueden ser bastante engañosas.
Nosotros debemos vivir la vida cristiana por fe, no por emociones. Efectivamente, las emociones tienen un lugar en su experiencia personal, pero sus sentimientos y emociones no determinan la verdad de su relación con Cristo. En vez de eso, los estados emocionales deben ser el resultado de su fe y obediencia. Jesucristo dijo, “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y Yo le amaré, y me manifestaré a él.”
(23.17) El libro de Romanos nos asegura, “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”
En la experiencia cristiana hay un lugar para las emociones, sin embargo, usted no debería buscarlas ni intentar sólo repetir las experiencias emocionales del pasado. Por otro lado, no es bueno ignorar el valor legítimo de las emociones, pero siempre es más importante reconocer que usted está llamado a vivir por fe - fe en Dios y fe en Sus promesas - y no pasarse buscando experiencias emocionales.
Un conocido mío, trajo a su amigo a verme, con la esperanza de que pudiera recibir a Cristo, lo cual efectivamente ocurrió. En el curso de nuestra conversación, se hizo evidente que mi propio amigo no era cristiano, a pesar de su preocupación por la situación espiritual de otros. Yo me atreví a preguntarle, “¿Desde cuándo es usted cristiano?”
“¿En realidad, no estoy seguro de ser realmente cristiano.» Replicó. “¿Cree usted que Jesucristo es el Hijo de Dios?”
“Sí.”
“¿Cree usted que El murió en la cruz por sus pecados?”
“Sí.”
“¿Cree usted que si recibe a Jesucristo como su salvador, Él entrará en su vida y le hará un Hijo de Dios?”
“Sí.”
“¿Le gustaría recibirlo ahora?”
“Sí, me gustaría, pero estoy buscando tener una experiencia emotiva. Cuando mi madre recibió a Cristo, tuvo una experiencia emocional dramática; por eso yo he estado esperando todos estos años que Dios me dé una experiencia así.”
Aunque él era un cristiano profesante y activo en su iglesia, lo que le mantenía en incertidumbre sobre su salvación, era este énfasis equivocado en las emociones.
Pude explicarle que él no tenía que estar esperando una experiencia emocional, sino que podía creer en la Palabra de Dios. Finalmente nos arrodillamos para orar juntos y como una sencilla expresión de fe, recibió a Jesucristo como su Salvador y Señor con el gozo adicional de saber que Cristo estaba en su vida.
El ser cristiano no implica solamente su intelecto y sus emociones, sino también incluye la voluntad. Usted primero debe estar dispuesto a obedecer a Dios y a Su Palabra. Cristo enfatizó la importancia de la voluntad del hombre en relación a la seguridad de salvación. Jesús dijo:
Algunas personas son reacias a obedecer a Cristo porque tienen miedo de que Él cambiará sus planes y les quitará todo el gusto por la vida.
Un estudiante a quien aconsejé y por quien había orado mucho, dudaba si debía recibir a Cristo, porque estaba entregado a una vida de fiestas y lujuria sexual. Por medio de las oraciones de compañeros y amigos, este joven decidió obedecer a Cristo. Descubrió que lo que creía que era una vida emocionante, no era nada comparada con la vida abundante que el Señor Jesús nos da. Se convirtió en uno de los cristianos más activos y fructíferos de la universidad.
Este estudiante había luchado contra la voluntad de Dios en su vida hasta que se dió cuenta de la realidad de las palabras de Jesucristo:
Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mi y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
Un entrenador de atletismo que era muy estimado por millones de personas, un hombre de carácter íntegro y de grandes habilidades, compartió conmigo su renuencia a rendir su vida totalmente a Cristo. Temía que Dios le pidiera convertirse en misionero y tener que abandonar lo que más le gustaba y le producía la mayor satisfacción de su vida - la enseñanza.
Muchas personas que han logrado el éxito han rechazado seguir a Cristo porque tienen miedo que les exija vender sus posesiones y tener que dar todo a los pobres, tal como Jesús le dijo al joven rico que hiciera.
Debemos saber que aunque algunas veces Dios bien puede guiar a ciertas personas a regalar sus posesiones, Él también guía a otros a usar su posición e influencia para Cristo de otra manera.
Conforme usted camine en fe y obediencia a Dios, como un acto de su voluntad y le permita que Él cambie su vida, aumentará la seguridad de su relación con Él. Usted vendrá a experimentar la obra de Dios en su vida, mientras Él lo capacita para hacer lo que usted nunca habría hecho por sí mismo.
Podrá experimentar cosas tales como el amar a aquéllos que lo tratan mal y mantendrá un espíritu de paz aunque esté rodeado de presiones y problemas. Va a desarrollar un deseo cada vez mayor por alcanzar a otros con el amor de Jesucristo.
Pero, si usted no confía en Dios y en el plan que Él tiene para usted, ni obedece sus mandamientos, inevitablemente caerá en dudas acerca de su salvación.
Algunas personas no desean recibir a Cristo debido a su orgullo y egocentrismo. Por cincuenta años aproximadamente, he trabajado con los así llamados “intelectuales.”
Durante esos años, nunca he conocido a una persona que diga, “He considerado toda la evidencia histórica y las palabras de Jesucristo, y no puedo creer que sea el “Hijo de Dios.”
Todas las personas a quienes he aconsejado y que han rechazado a Cristo, siempre lo han hecho como un asunto del corazón no de la cabeza - un asunto de la voluntad, no del intelecto. Ellos han usado temas intelectuales como una “cortina de humo” para ocultar los problemas profundos del corazón.
Hace muchos años conocí a un famoso profesor de un prestigioso seminario. No creía que Jesús era Dios, a pesar de haber enseñado a miles de jóvenes quienes llegaron a ser ministros. Un día, un amigo mío que estaba obteniendo su doctorado bajo la supervisión de este profesor, me invitó a conocerlo.
Mi amigo me advirtió: “El profesor no cree que la Biblia sea la Palabra de Dios, pero es un buen hombre. A mí me cae bien pues es muy amable y cordial. Yo creo que usted podrá entenderse bien con él.”
Las primeras palabras del profesor hacia mí después de que fui presentado fueron, “Dr. Bright, cuando usted les habla a los estudiantes acerca de llegar a ser cristianos, ¿qué les dice?»
Conociendo su reputación, yo quería sopesar sus palabras cuidadosamente, pero antes de que pudiera replicar, él me formuló una segunda pregunta. “Mejor aún, ¿qué me diría a mí? Me gustaría llegar a ser cristiano.”
Se puso a explicarme que recientemente había estado leyendo la Palabra de Dios con un nuevo entendimiento. Por un par de años había estado estudiando los escritos de los padres de la iglesia y las biografías de los grandes héroes de la fe. Como resultado, se había convencido intelectualmente de que Jesús es el Hijo de Dios, pero no le conocía como su Salvador personal.
Le dibujé un círculo en un pedazo de papel explicando, “Digamos que este círculo representa su vida.” En el círculo dibujé un trono y en el trono escribí la letra “Y” por “YO.” Luego le expliqué: “Para ser cristiano usted debe recibir a Cristo en su vida como Salvador del pecado y como su Señor y Maestro. Debe rendirle el control de su vida a Él.”
“Ese es mi problema,” dijo. “El orgullo intelectual me ha impedido hacer esto. He recibido muchos honores en el mundo académico, y no he estado dispuesto a humillarme ante Dios. Por años he negado la deidad de Cristo y he enseñado a miles de estudiantes a hacer lo mismo.”
En ese momento fuimos interrumpidos por una llamada telefónica, y debido a otras citas ya establecidas, no pudimos finalizar nuestra conversación. Él nos pidió que regresaramos dos días después. Cuando regresamos, nos llevó a una oficina sin teléfonos y cerró la puerta con llave detrás nuestro y dijo:
“Quiero que sepan que fui esta mañana a una de las iglesias locales, tomé la comunión y preparé mi corazón para vuestra visita. He estado meditando en el tercer capítulo del Evangelio de San Juan, y quiero que oren por mí para que pueda conocer a Jesucristo como mi Salvador personal.”
Yo hice una oración primero, luego él y finalmente mi amigo. Ese día este hombre de renombre internacional, como un niño pequeño, recibió a Cristo por fe como un acto de su voluntad. Toda su vida fue cambiada. Sus enseñanzas cambiaron, su filosofía de vida cambió, y llegó a ser una nueva criatura en Cristo. Básicamente su problema no era intelectual; era un problema de orgullo y egocentrismo.
Otra razón por qué las personas son reacias a comprometer sus vidas a Cristo es porque Satanás los ha engañado. Jesús habló acerca del carácter de Satanás de esta manera:
Hace algunos años fui invitado a encontrarme con un militar bastante conocido. El era una persona muy cordial y agradable. Conforme hablamos, me dijo que quería ser cristiano, pero por algún motivo no podía tomar esa decisión.
Nosotros conversamos por más de una hora y finalmente sentí que debía compartir con él un pasaje de Colosenses 1:13,14. Le pedí que lo leyera en voz alta.
Luego le expliqué, “Hay solamente dos reinos en el mundo - el reino de Dios y el reino de Satanás. ¿En cuál está usted?” Después de algunos momentos pensando en silencio, dijo, “Creo que en el reino de Satanás.”
Y luego le pregunté, “¿Qué le gustaría hacer al respecto?” Él contestó, “Me gustaría pasarme al reino de Dios.”
Entonces, este gran general, cuya influencia se había sentido en el mundo, confió su vida a Cristo y pasó de la oscuridad y desesperanza de los dominios de Satanás, al reino del Hijo Amado de Dios.
¿Ha sido usted engañado por su enemigo Satanás? ¿Alguna vez ha pensado que debería ser una persona mejor antes de que Dios lo acepte? ¿Le ha inducido su enemigo a cuestionar si Dios realmente lo ama? ¿Ha causado que usted se sienta cómodo al desobedecer a Dios?
No importa qué influencia pueda estar apartándolo de Cristo, yo le animo a salir de esa influencia - y volverse a Cristo.
Para estar seguro de que usted es cristiano, deberá conocer estas verdades básicas de la Biblia. No solamente debe usted creer estas verdades intelectualmente, sino como un acto de su voluntad, usted debe aceptarlas y hacerlas parte central en su vida.
Esto comienza sabiendo que Dios le ama y le ofrece un plan maravilloso para su vida. Dios quiere lo mejor para usted. A Él le interesan sus necesidades y ha provisto un camino para que usted conozca Su amor y el plan para su vida.
Sin embargo, usted es pecador y está separado de Dios; por lo tanto, no puede experimentar Su amor y el plan que Él tiene para su vida hasta que suceda algo maravilloso.
Usted ha sido creado para tener comunión con Dios, pero debido a su terca voluntad egoísta, usted al igual que todas las personas, ha escogido su propio camino. Esta voluntad egoísta, contra la que todos luchamos, está caracterizada por una actitud de rebelión activa contra Dios o indiferencia pasiva hacia Él. La Biblia llama a esta voluntad egoísta “pecado.” A causa de sus pecados usted está muerto espiritualmente y separado de Dios.
Dios es santo y las personas son pecadoras. Un gran abismo los separa. Las personas intentan alcanzar a Dios y la vida abundante a través de sus propios esfuerzos, tales como vivir una vida buena, mantener ciertas filosofías y practicar una religión. Pero ningún esfuerzo humano capacita a la persona para alcanzar a Dios.
Jesucristo es la única provisión de Dios para sus pecados. Por medio de Él usted puede conocer y experimentar el amor y el plan de Dios para su vida.
¿Quién es Jesucristo? ¿Por qué puede Él cruzar este abismo entre un Dios santo y el hombre pecador?
El nacimiento milagroso de Jesús, la vida que vivió, los milagros que realizó, las palabras que habló, su muerte en la cruz, su resurrección de la muerte, su ascensión a los cielos - todo indica que Él no era meramente un hombre, era Dios.
Usted debe recibir a Jesucristo como Dios, como su Salvador y su Señor. Al recibir a Cristo usted puede conocer y experimentar el amor y el plan de Dios para su vida. Usted recibe a Cristo por medio de la fe, invitándolo personalmente a su vida. Pablo dijo, “Por gracia sois salvos por medio de la fe y esto no de vosotros pues es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe.”
Y Jesús dice, “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.”
El recibir a Cristo, empieza cuando uno se aparta de su vida egocéntrica, arrepintiéndose de sus pecados y volviéndose a Dios. Esto incluye confiar en que Cristo entra a su vida, perdona sus pecados y le hace la persona que Él quiere que sea.
Permítame ilustrarlo de la siguiente manera: Suponga que usted llega a conocer a un cierto joven o señorita acerca de quien usted ha recibido muy buenas referencias. A usted le gusta lo que ve - su apariencia, personalidad y muchas otras cualidades. ¿Sería eso suficiente para concertar un matrimonio?
No. En un matrimonio se requiere más que admiración y respeto mutuo.
Conforme usted conoce más a la persona, usted se enamora. ¿Será eso suficiente para celebrar un matrimonio?
No. En un matrimonio se requiere más que el intelecto y las emociones.
Luego usted se compromete y llega el día de la boda. ¡Qué emocionante! Usted cree intelectualmente que él o ella es la persona más maravillosa en todo el mundo.
Emocionalmente, su corazón late dos veces más rápido cuando ustedes están juntos.
Pero ahora se va a llevar a cabo algo más importante. Al estar frente al ministro o sacerdote para intercambiar los votos matrimoniales, comprometen sus voluntades el uno al otro. La boda no es un matrimonio verdadero sin una entrega mutua.
Lo mismo sucede, cuando usted se hace cristiano. Cuando usted se compromete a Cristo, usted debe entregarse a Él, debe darse totalmente, entregando su intelecto, sus emociones y su voluntad.
Su vida se puede apreciar de dos maneras. Si usted está viviendo una vida centrada en sí mismo, usted controla sus intereses. Esta vida siempre tiene como resultado discordia y frustración.
Si usted está viviendo una vida dirigida por Cristo, usted se está rindiendo a Cristo, y sus intereses están controlados por Él, lo cual resulta en armonía con el plan de Dios para su vida.
Nuestras vidas se parecen a la de una oruga que se arrastra por el suelo - un horrible y peludo gusano. Un día este gusano teje un capullo alrededor de su cuerpo y de este capullo emerge una preciosa mariposa. No entendemos totalmente lo que ha sucedido, pero nos damos cuenta que lo que antes era una horrible oruga que se arrastraba por el polvo, ahora es una mariposa que revolotea por el aire.
Así también sucede en la vida del cristiano. Mientras en un tiempo vivíamos en el nivel más bajo como individuos pecadores y egoístas, ahora al confiar y obedecer a Dios, vivimos en el plano más alto, experimentando vidas llenas y abundantes como hijos de Dios. Esto comienza al recibir a Jesucristo como Salvador y Señor de su vida.
Hace algunos años, una mujer que recién había recibido a Jesucristo por medio del testimonio de uno de los coordinadores, me pidió que hablara a sus padres acerca de Cristo. El padre era el fundador de una de las organizaciones comerciales más grandes del mundo de esa época. Yo lo visité en su hermosa casa. Era aquél verdaderamente un gran hombre. Su porte, sus gestos y palabras, todo en él sugería que era verdaderamente un gran estadista.
Me mostró cuarto tras cuarto lleno de trofeos, placas y fotografías suyas con reyes, presidentes y toda clase de personajes famosos. Era también un gran filántropo ya que había donado cientos de millones de dólares a causas muy dignas y meritorias.
Después de unos momentos comentó, “Mi hija me dijo que usted tenía algo importante que hablar conmigo.”
Con esta invitación, comencé a hablar con él acerca de su relación con Cristo. Era una persona muy amable y afectuosa. Se notaba que tenía un verdadero interés.
Compartí con él las palabras del Señor Jesucristo en su exhortación a Nicodemo. Este era un dirigente judío, profundamente religioso y con una vida moral e irreprochable. Le leí el capítulo 3 del Evangelio de San Juan:
Respondió Jesús y le dijo:
De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”
¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?» Nicodemo respondió. «¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?»
Respondió Jesús: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
En este momento, este apreciable anciano, que contaba alrededor de ochenta años me dijo, “Sr. Bright, he sido el presidente de la Junta de Consejeros de mi iglesia durante cincuenta años, ¡y nadie me había dicho que tenía que recibir a Cristo como mi Salvador o que tenía que nacer de nuevo! ¿Cree usted, a la luz de las cosas buenas que he hecho a través de los años, que yo debo nacer de nuevo?”
Yo le expliqué, “No soy yo quien está sugiriendo la necesidad de que usted nazca de nuevo. Fue Jesucristo quien le dijo a Nicodemo, un importante líder religioso: ‘Es necesario que nazcas otra vez’.” Luego yo le pregunté, “¿Le gustaría nacer de nuevo?” “Sí, me gustaría,” contestó.
Usted puede decir, “Yo creo que Jesucristo es el hijo de Dios y que Él murió por mis pecados. ¿No me hace eso cristiano?” En realidad no, si ha rehusado usted rendirle su voluntad.
O tal vez diga, “Escuché un sermón maravilloso, me sentí muy emocionado y tuve una gran experiencia espiritual. Inclusive respondí a la invitación de pasar adelante para recibir consejo. ¿Con eso no soy cristiano?” No, no lo es, si usted nunca ha abdicado el trono de su vida, su voluntad, a Cristo.
Entonces, ¿cómo puede estar seguro de ser cristiano? ¿Existe acaso algún tipo de confirmación que Dios da a los que reciben a Cristo con sinceridad? Yo creo que hay una triple confirmación de que Jesucristo está en nuestras vidas
Las promesas de la Palabra de Dios y no sus sentimientos, deben ser su autoridad. La Biblia es totalmente confiable. Como cristiano, usted debe vivir por fe en la fidelidad de Dios y su Palabra santa e inspirada.
Por años, Martín Lutero, el padre de la Reforma, había intentado ganar su salvación por medio de su dedicación religiosa y sus buenas obras. Cuando descubrió la gran verdad bíblica de que “El justo por la fe vivirá’’, su vida fue cambiada totalmente, y nunca más se preocupó por la seguridad de su destino eterno en Cristo. Creyó lo que la Palabra de Dios tenía que decir y tuvo plena seguridad de su salvación.
John Wesley, fundador de la Iglesia Metodista, cuando joven no estaba seguro de su salvación, a pesar de que fue hijo de un ministro religioso, líder del Club Santo de Oxford y misionero a los Indios de América. Posteriormente al regresar a Inglaterra, conoció a Jesucristo en una reunión en Aldersgate. Allí escuchó la lectura del tratado sobre la fe de Martín Lutero, como prefacio a la Epístola a los Romanos. Wesley explicó en su autobiografía lo que sucedió en esa ocasión. “Quince minutos antes de las nueve, mientras él estaba describiendo el cambio que Dios obra en el corazón por medio de la fe en Cristo, sentí que mi corazón ardía en forma extraña.
Supe que verdaderamente estaba confiando en Cristo, y solamente en Cristo, para mi salvación. Tuve la seguridad de que Él había tomado los pecados, aún los míos, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte.”
Antes de la experiencia en Aldersgate, Wesley se había enfrascado en un esfuerzo frenético para tratar de ganarse la salvación de Dios por sus buenas obras. Allí, en Aldersgate recibió la seguridad de la salvación de Dios por fe.
En la primera Epístola de Juan 5:11,12 se nos confirma que Cristo está en su vida si usted lo invita y lo recibe:
En San Juan 1:12, 13 se confirma esta promesa:
Un doctor y su esposa residentes en Zurich, Suiza, enviaron a su hijo a la Universidad de California en Los Ángeles, para terminar sus estudios de doctorado en Meteorología. Su hijo Hans recibió a Cristo en una de nuestras reuniones y le escribió a sus padres acerca de su reciente experiencia de fe.
El muchacho mencionó mi nombre como alguien que le había hablado de Cristo. Ellos contestaron por carta preguntándole si podría concertar una cita conmigo para que ellos también pudieran recibir a Cristo. Incurriendo en grandes gastos el padre, la madre y su hermana, volaron desde Zurich a Los Ángeles con el propósito expreso de hacerse cristianos.
Esto sucedió al comienzo del ministerio de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Nunca antes alguien se había tomado la molestia de venir a verme para algo así, sin embargo, estas personas estaban cubriendo la gran distancia desde Zurich. Para mí fue un momento muy emocionante el recibir en mi oficina a este hombre de gran influencia y medios económicos, junto con su familia.
Él comenzó nuestra reunión relatando su propia experiencia espiritual. “Fui ateo durante años,” dijo, “pero no encontré futuro en el ateísmo. Entonces, comencé a estudiar las religiones orientales. Nuevamente no tuve satisfacción. Entonces alguien me dijo que encontraría las respuestas que necesito en el Nuevo Testamento de La Biblia. Comencé a leerlo y quedé convencido de que Jesús era aquel a quien yo había estado buscando. Después recibí la carta de Hans diciéndonos que usted le había ayudado a ser cristiano. Nosotros queremos que usted nos diga lo que le dijo a Hans.”
Ya se puede usted imaginar cómo me sentía. ¡Qué privilegio era hablar con esta maravillosa pareja sobre nuestro Salvador, el Cristo vivo!
Le expliqué cómo ellos podían recibir a Cristo simplemente invitándole a que entrara en sus vidas. El me interrumpió. Sr. Bright dijo, “Ya lo he hecho. Recibo a Cristo en mi corazón todos los días. En algunas ocasiones se lo he pedido varias veces en un mismo día.”
Entonces sí me sentí confundido. Como en esos días era relativamente nuevo en guiar a las personas al Señor, no sabía qué decir. Oré en silencio, “Dios mío, ¡Ayúdame! ¿Qué le digo ahora?»
Como en una pantalla, cruzó por mi mente el pasaje bíblico de la Epístola a los Efesios 2:8,9:
Le expliqué que no es suficiente pedir que Jesús entre en su vida, es necesario creer que Él vendrá como lo ha prometido. La fe dice, “Yo sé que Jesucristo es el Hijo de Dios.” La fe dice: “Yo sé que Cristo murió por mis pecados.” La fe dice: “Sé que si yo le abro la puerta de mi corazón, Él entrará.» La fe dice: “Cuando Él entre, usted será un hijo de Dios.” La fe dice, “Yo sé que cuando recibo a Jesús en mi vida, tengo vida eterna.”
Le dije a la pareja, “Dios premia la fe, y no sólo la invitación que ustedes le hacen para entrar. Lo que Él honra es su fe en Él y en Su promesa de que, si ustedes abren la puerta, Él entrará.
Ustedes pueden pedir a Jesucristo que entre en sus vidas miles de veces, y Él nunca vendrá a menos que lo crean, basándose en Su promesa. Ustedes pueden confiar en que Él mantendrá Su promesa de entrar en su vida si se lo piden como una expresión de fe y confianza.”
Les sugerí que invitaran a Jesucristo en sus vidas una vez más y que esta vez lo hicieran creyendo en Su promesa específica de que, al abrir la puerta, Él entraría y que “a todos los que le recibieren a los que creen en Su nombre, les da potestad de ser hechos hijos de Dios.”
Aún antes de orar, el semblante del padre se iluminó con la seguridad de su salvación, y comenzó a reír. Él estaba lleno de asombro, gratitud, alivio, alabanza y agradecimiento. Al fin había encontrado a Aquél a quien había buscado por años.
Se volvió a su amada esposa y le habló en alemán, diciéndole lo que yo había compartido con él. Ella comenzó a reír con lo que yo más tarde descubrí que era una risa santa, una risa de seguridad. Ellos habían estado buscando a Dios, y ahora se había encendido la luz en sus corazones y esto los llenaba de gozo.
Encontraron al Salvador, y ¡cuánto había cambiado su vida! Más tarde esa misma noche, tuve el privilegio de orar con su hija, quien también recibió a Cristo. Toda la familia - padre, madre, hermano y hermana - se unieron en Cristo. Después, tuve la oportunidad de visitarlos en Zurich y ver mucho más del milagro de la gracia de Dios en sus vidas.
Más tarde en otra ocasión, tuve la oportunidad de contar esta historia a un grupo de personas reunidas en una de nuestros seminarios de capacitación. Al terminar se acercó una mujer a hablar conmigo. Tenía alrededor de ochenta años, sus cabellos eran blancos como la nieve y su rostro radiante estaba perlado de lágrimas.
Ella me dijo, “He sido maestra de Escuela Dominical en mi iglesia por más de cuarenta años. Todos los días le he pedido a Jesús que entre en mi vida, y nunca estuve segura de que estuviera allí. Esta noche, al contar usted la historia del hombre de Suiza, le pedí al Señor con fe y por última vez, que entrara a mi corazón. Ahora yo sé que Él está en mí porque dijo que entraría. Jesús prometió que nunca me dejaría, ni me desampararía. Ya no voy a insultarlo más pidiéndoselo de nuevo. Como una expresión de fe y por el resto de mi vida, voy a comenzar cada día agradeciéndole a Jesús por estar conmigo, como Él prometió.»
El apóstol Pablo escribe, “el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” Pablo enfatiza la validez de esta fuente interior de seguridad a los Tesalonicenses convertidos:
Su vida transformada es un testimonio de que usted es cristiano. El apóstol Pablo dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
San Juan dice, “lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.”
Recuerdo muy bien la noche que hice esta oración: “Dios mío, ¿qué es lo que quieres que yo haga con mi vida?” Fue una oración sencilla, silenciosa. Pero yo sabía lo que estaba diciendo y Dios me escuchó.
Mi vida comenzó a cambiar gradualmente conforme estudiaba La Biblia con otros creyentes, en la Primera Iglesia Presbiteriana de Hollywood. Conforme pasó el tiempo, comencé a sentir la seguridad del amor y perdón de Dios. Mi relación con Él se convirtió en la experiencia más importante de mi vida.
Si usted nunca ha recibido a Jesucristo personalmente, o si tiene alguna duda acerca de su salvación, usted lo puede recibir ahora mismo por fe. Usted puede abrir la puerta de su vida a Cristo expresando su fe en Él por medio de la oración. Las frases que siguen son una oración sugerida que pueden expresar su deseo:
Usted no se convierte en cristiano sólo por hacer esta o cualquier otra oración. Usted viene a ser cristiano por fe y sólo por fe. Fe es colocar su confianza en Dios y en Sus promesas. Le animo a decir esta oración en voz alta y con fe, porque es a través de la oración, hablando con Dios, que usted mejor puede expresar su fe en Cristo y las promesas de Su Palabra.
Si usted ha invitado a Jesucristo en su vida, puede estar seguro de que Él ya está en su vida y que le ha dado la vida eterna como lo prometió.
Jesucristo nunca le engañaría. Puede estar seguro de que si usted le invitó a entrar en su vida, Él ahora vive dentro de usted y le dará la vida abundante y eterna que le prometió.
Le animo, ahora mismo, a agradecer a Dios por Su fidelidad y por Su presencia en su vida. No dependa de sus sentimientos. La Palabra de Dios es su autoridad. La fe y la obediencia siempre traen como resultado una mejor percepción de la presencia del Señor.
Comience a pasar tiempo cada día en estudio bíblico y oración. Es mejor separar un tiempo diario para esto y convertirlo en hábito. Esto le ayudará a crecer y madurar en su fe.
Procure asociarse con cristianos dinámicos, positivos y entusiastas. Si usted no pertenece a una iglesia local, no espere ser invitado. Tome la iniciativa; llame al ministro de una iglesia cercana donde Cristo sea honrado y donde se predique la Palabra de Dios. Haga planes para empezar a asistir esta semana. Si usted no ha sido bautizado todavía, haga planes de hacerlo como una expresión externa de su identificación con Cristo.
Ahora que usted está seguro de ser cristiano, le animo a experimentar el gozo de ayudar a otros a recibir a Cristo. Comparta su fe en Cristo con sus amigos y vecinos en toda oportunidad que se le presente. El apóstol Pablo estaba tan emocionado acerca de Jesucristo, que en su Epístola a los Colosenses 1:28 dice: “a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre.”
Tome la iniciativa de hablar con alguien que conozca, acerca de la persona y enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo y el modo revolucionario en que Él puede cambiar las vidas y cómo otros también pueden estar seguros de ser cristianos.