Lee un pasaje de las Escrituras y practiquen un canto de adoración.
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.
4 pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.5 Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,6 quien dio su vida como rescate por todos. Este testimonio Dios lo ha dado a su debido tiempo,
Ministrar las necesidades de los demás en oración, consejo bíblico y ánimo.
Alentar la responsabilidad amorosa de obedecer a Jesús
Elija una manera de proyectar visión de quiénes pueden llegar a ser en Cristo o lo que Dios puede hacer a través de ellos al:
Comparta la GRAN visión de "Una iglesia para cada ciudad y comunidad, y el Evangelio para cada persona”
31 Era el día de la preparación para la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos permanecieran en la cruz en sábado, por ser este un día muy solemne. Así que le pidieron a Pilato ordenar que les quebraran las piernas a los crucificados y bajaran sus cuerpos.32 Fueron entonces los soldados y le quebraron las piernas al primer hombre que había sido crucificado con Jesús, y luego al otro.33 Pero, cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,34 sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua.35 El que lo vio ha dado testimonio de ello, y su testimonio es verídico. Él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.36 Estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán ningún hueso»37 y, como dice otra Escritura: «Mirarán al que han traspasado».
38 Después de esto, José de Arimatea le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Con el permiso de Pilato, fue y retiró el cuerpo.39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, llegó con unos treinta y cuatro kilos de una mezcla de mirra y áloe.40 Ambos tomaron el cuerpo de Jesús y, conforme a la costumbre judía de dar sepultura, lo envolvieron en vendas con las especias aromáticas.41 En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no se había sepultado a nadie.42 Como era el día judío de la preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
1 El primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que habían quitado la piedra que cubría la entrada.2 Así que fue corriendo a ver a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
—¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!
3 Pedro y el otro discípulo se dirigieron entonces al sepulcro.4 Ambos fueron corriendo, pero, como el otro discípulo corría más aprisa que Pedro, llegó primero al sepulcro.5 Inclinándose, se asomó y vio allí las vendas, pero no entró.6 Tras él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Vio allí las vendas7 y el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús, aunque el sudario no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.8 En ese momento entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y vio y creyó.9 Hasta entonces no habían entendido la Escritura, que dice que Jesús tenía que resucitar.
10 Los discípulos regresaron a su casa,11 pero María se quedó afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro,12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
13 —¿Por qué lloras, mujer? —le preguntaron los ángeles.
—Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto —les respondió.
14 Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie, aunque no sabía que era él.15 Jesús le dijo:
—¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo:
—Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y yo iré por él.
16 —María —le dijo Jesús.
Ella se volvió y exclamó:
—¡Raboni! (que en arameo significa: Maestro).
17 —Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes”.
18 María Magdalena fue a darles la noticia a los discípulos. «¡He visto al Señor!», exclamaba, y les contaba lo que él le había dicho.
19 Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.
—¡La paz sea con ustedes!
20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron.
21 —¡La paz sea con ustedes! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.
22 Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo:
—Reciban el Espíritu Santo.23 A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.
24 Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús.25 Así que los otros discípulos le dijeron:
—¡Hemos visto al Señor!
—Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás.
26 Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.
—¡La paz sea con ustedes!
27 Luego le dijo a Tomás:
—Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.
28 —¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás.
29 —Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.
30 Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro.31 Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.
Preguntas adicionales que puede utilizar:
8 Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que también viviremos con él.9 Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él.10 En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios.
11 De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.
50 Había un hombre bueno y justo llamado José, miembro del Consejo,51 que no había estado de acuerdo con la decisión ni con la conducta de ellos. Era natural de un pueblo de Judea llamado Arimatea, y esperaba el reino de Dios.52 Este se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.53 Después de bajarlo, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro cavado en la roca, en el que todavía no se había sepultado a nadie.54 Era el día de preparación para el sábado, que estaba a punto de comenzar.
55 Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea siguieron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo.56 Luego volvieron a casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Entonces descansaron el sábado, conforme al mandamiento.
1 El primer día de la semana, muy de mañana, las mujeres fueron al sepulcro, llevando las especias aromáticas que habían preparado.2 Encontraron que había sido quitada la piedra que cubría el sepulcro3 y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.4 Mientras se preguntaban qué habría pasado, se les presentaron dos hombres con ropas resplandecientes.5 Asustadas, se postraron sobre su rostro, pero ellos les dijeron:
—¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive?6 No está aquí; ¡ha resucitado! Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba con ustedes en Galilea:7 “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, pero al tercer día resucitará”.
8 Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús.9 Al regresar del sepulcro, les contaron todas estas cosas a los once y a todos los demás.10 Las mujeres eran María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo, y las demás que las acompañaban.11 Pero a los discípulos el relato les pareció una tontería, así que no les creyeron.12 Pedro, sin embargo, salió corriendo al sepulcro. Se asomó y vio solo las vendas de lino. Luego volvió a su casa, extrañado de lo que había sucedido.
13 Aquel mismo día dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén.14 Iban conversando sobre todo lo que había acontecido.15 Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos;16 pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados.
17 —¿Qué vienen discutiendo por el camino? —les preguntó.
Se detuvieron, cabizbajos;18 y uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo:
—¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no se ha enterado de todo lo que ha pasado recientemente?
19 —¿Qué es lo que ha pasado? —les preguntó.
—Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo.20 Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron;21 pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel. Es más, ya hace tres días que sucedió todo esto.22 También algunas mujeres de nuestro grupo nos dejaron asombrados. Esta mañana, muy temprano, fueron al sepulcro,23 pero no hallaron su cuerpo. Cuando volvieron, nos contaron que se les habían aparecido unos ángeles quienes les dijeron que él está vivo.24 Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.
25 —¡Qué torpes son ustedes —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas!26 ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria?
27 Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
28 Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos.29 Pero ellos insistieron:
—Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche.
Así que entró para quedarse con ellos.30 Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio.31 Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció.32 Se decían el uno al otro:
—¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?
33 Al instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron a los once y a los que estaban reunidos con ellos.34 «¡Es cierto! —decían—. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón».
35 Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan.
36 Todavía estaban ellos hablando acerca de esto, cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo:
—Paz a ustedes.
37 Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu.
38 —¿Por qué se asustan tanto? —les preguntó—. ¿Por qué les vienen dudas?39 Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo.
40 Dicho esto, les mostró las manos y los pies.41 Como ellos no acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó:
—¿Tienen aquí algo de comer?
42 Le dieron un pedazo de pescado asado,43 así que lo tomó y se lo comió delante de ellos. Luego les dijo:
44 —Cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras.
46 —Esto es lo que está escrito —les explicó—: que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día,47 y en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén.48 Ustedes son testigos de estas cosas.49 Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre; pero ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto.
57 Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús.58 Se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y Pilato ordenó que se lo dieran.59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia60 y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se fue.61 Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María.
62 Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron ante Pilato.
63 —Señor —le dijeron—, nosotros recordamos que mientras ese engañador aún vivía, dijo: “A los tres días resucitaré”.64 Por eso, ordene usted que se selle el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se roben el cuerpo y le digan al pueblo que ha resucitado. Ese último engaño sería peor que el primero.
65 —Llévense una guardia de soldados —les ordenó Pilato—, y vayan a asegurar el sepulcro lo mejor que puedan.
66 Así que ellos fueron, cerraron el sepulcro con una piedra, y lo sellaron; y dejaron puesta la guardia.
1 Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.
2 Sucedió que hubo un terremoto violento, porque un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, quitó la piedra y se sentó sobre ella.3 Su aspecto era como el de un relámpago, y su ropa era blanca como la nieve.4 Los guardias tuvieron tanto miedo de él que se pusieron a temblar y quedaron como muertos.
5 El ángel dijo a las mujeres:
—No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado.6 No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron.7 Luego vayan pronto a decirles a sus discípulos: “Él se ha levantado de entre los muertos y va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán”. Ahora ya lo saben.
8 Así que las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero muy alegres, y corrieron a dar la noticia a los discípulos.9 En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron.
10 —No tengan miedo —les dijo Jesús—. Vayan a decirles a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y allí me verán.
11 Mientras las mujeres iban de camino, algunos de los guardias entraron en la ciudad e informaron a los jefes de los sacerdotes de todo lo que había sucedido.12 Después de reunirse estos jefes con los ancianos y de trazar un plan, les dieron a los soldados una fuerte suma de dinero13 y les encargaron: «Digan que los discípulos de Jesús vinieron por la noche y que, mientras ustedes dormían, se robaron el cuerpo.14 Y, si el gobernador llega a enterarse de esto, nosotros responderemos por ustedes y les evitaremos cualquier problema».
15 Así que los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había instruido. Esta es la versión de los sucesos que hasta el día de hoy ha circulado entre los judíos.
42 Era el día de preparación (es decir, la víspera del sábado). Así que al atardecer,43 José de Arimatea, miembro distinguido del Consejo, y que también esperaba el reino de Dios, se atrevió a presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.44 Pilato, sorprendido de que ya hubiera muerto, llamó al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.45 Una vez informado por el centurión, le entregó el cuerpo a José.46 Entonces José bajó el cuerpo, lo envolvió en una sábana que había comprado, y lo puso en un sepulcro cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.47 María Magdalena y María la madre de José vieron dónde lo pusieron.
1 Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungir el cuerpo de Jesús.2 Muy de mañana el primer día de la semana, apenas salido el sol, se dirigieron al sepulcro.3 Iban diciéndose unas a otras: «¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?»4 Pues la piedra era muy grande.
Pero, al fijarse bien, se dieron cuenta de que estaba corrida.5 Al entrar en el sepulcro vieron a un joven vestido con un manto blanco, sentado a la derecha, y se asustaron.
6 —No se asusten —les dijo—. Ustedes buscan a Jesús el nazareno, el que fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron.7 Pero vayan a decirles a los discípulos y a Pedro: “Él va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo”.
8 Temblorosas y desconcertadas, las mujeres salieron huyendo del sepulcro. No dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
9 Cuando Jesús resucitó en la madrugada del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios.10 Ella fue y avisó a los que habían estado con él, que estaban lamentándose y llorando.11 Pero ellos, al oír que Jesús estaba vivo y que ella lo había visto, no lo creyeron.
12 Después se apareció Jesús en otra forma a dos de ellos que iban de camino al campo.13 Estos volvieron y avisaron a los demás, pero no les creyeron a ellos tampoco.
14 Por último se apareció Jesús a los once mientras comían; los reprendió por su falta de fe y por su obstinación en no creerles a los que lo habían visto resucitado.
15 Les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura.16 El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado.17 Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán en nuevas lenguas;18 tomarán en sus manos serpientes; y, cuando beban algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los enfermos, y estos recobrarán la salud».
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