Lee un pasaje de las Escrituras y practiquen un canto de adoración.
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.
4 pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.5 Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,6 quien dio su vida como rescate por todos. Este testimonio Dios lo ha dado a su debido tiempo,
Ministrar las necesidades de los demás en oración, consejo bíblico y ánimo.
Alentar la responsabilidad amorosa de obedecer a Jesús
Elija una manera de proyectar visión de quiénes pueden llegar a ser en Cristo o lo que Dios puede hacer a través de ellos al:
Comparta la GRAN visión de "Una iglesia para cada ciudad y comunidad, y el Evangelio para cada persona”
13 Al oír esto, Pilato llevó a Jesús hacia fuera y se sentó en el tribunal, en un lugar al que llamaban el Empedrado (que en arameo se dice Gabatá).14 Era el día de la preparación para la Pascua, cerca del mediodía.
—Aquí tienen a su rey —dijo Pilato a los judíos.
15 —¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo! —vociferaron.
—¿Acaso voy a crucificar a su rey? —replicó Pilato.
—No tenemos más rey que el emperador romano —contestaron los jefes de los sacerdotes.
16 Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y los soldados se lo llevaron.
17 Jesús salió cargando su propia cruz hacia el lugar de la Calavera (que en arameo se llama Gólgota).18 Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio.
19 Pilato mandó que se pusiera sobre la cruz un letrero en el que estuviera escrito: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos».20 Muchos de los judíos lo leyeron, porque el sitio en que crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego.
21 —No escribas “Rey de los judíos” —protestaron ante Pilato los jefes de los sacerdotes judíos—. Era él quien decía ser rey de los judíos.
22 —Lo que he escrito, escrito queda —les contestó Pilato.
23 Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su manto y lo partieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. Tomaron también la túnica, la cual no tenía costura, sino que era de una sola pieza, tejida de arriba abajo.
24 —No la dividamos —se dijeron unos a otros—. Echemos suertes para ver a quién le toca.
Y así lo hicieron los soldados. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:
«Se repartieron entre ellos mi manto,
y sobre mi ropa echaron suertes».
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas, y María Magdalena.26 Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre:
—Mujer, ahí tienes a tu hijo.
27 Luego dijo al discípulo:
—Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa.
28 Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo:
—Tengo sed.
29 Había allí una vasija llena de vinagre; así que empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña y se la acercaron a la boca.30 Al probar Jesús el vinagre, dijo:
—Todo se ha cumplido.
Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.
45 Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad.46 Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza:
—Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).
Preguntas adicionales que puede utilizar:
Jesús fue traicionado, mentido, tratado injustamente, golpeado, azotado y finalmente clavado en una cruz para morir entre dos criminales. En Su humanidad, Jesús sufrió mucho en esas últimas horas de vida. Dios puso el pecado del mundo en Jesús como un sustituto inocente para nosotros. Jesús sufrió la separación del Padre por primera vez. Fue abandonado por el Padre, quien le dio la espalda a Jesús porque Jesús llevaba todo el peso del pecado del mundo. El Cordero de Dios de Pascua derramó Su sangre y el velo del templo fue rasgado. Jesús fue el último sacrificio. Ahora tenemos acceso al Dios viviente. Los que creen han sido adoptados en esta nueva familia. Él hizo un camino al Padre. Él dio Su vida para pagar nuestra deuda. En la cruz ocurrió un gran intercambio: "Dios hizo que el que no tenía pecado fuera pecado para que pudiéramos llegar a ser la justicia de Dios". (2 Corintios 5:21).
21 Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios.
26 Cuando se lo llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.27 Lo seguía mucha gente del pueblo, incluso mujeres que se golpeaban el pecho, lamentándose por él.28 Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
—Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.29 Miren, va a llegar el tiempo en que se dirá: “¡Dichosas las estériles, que nunca dieron a luz ni amamantaron!”30 Entonces
»“dirán a las montañas: ‘¡Caigan sobre nosotros!’,
y a las colinas: ‘¡Cúbrannos!’ ”
31 Porque, si esto se hace cuando el árbol está verde, ¿qué no sucederá cuando esté seco?»
32 También llevaban con él a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados.33 Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda.
34 —Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús.
35 La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de él.
—Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo si es el Cristo de Dios, el Escogido.
36 También los soldados se acercaron para burlarse de él. Le ofrecieron vinagre37 y le dijeron:
—Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Resulta que había sobre él un letrero, que decía: «Este es el Rey de los judíos».
39 Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo:
—¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!
40 Pero el otro criminal lo reprendió:
—¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena?41 En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; este, en cambio, no ha hecho nada malo.
42 Luego dijo:
—Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús.
44 Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó sumida en la oscuridad,45 pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos.46 Entonces Jesús exclamó con fuerza:
—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Y al decir esto, expiró.
47 El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo:
—Verdaderamente este hombre era justo.
48 Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo, al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho.49 Pero todos los conocidos de Jesús, incluso las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando desde lejos.
27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y reunieron a toda la tropa alrededor de él.28 Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color escarlata.29 Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y en la mano derecha le pusieron una caña. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:
—¡Salve, rey de los judíos!
30 Y le escupían, y con la caña le golpeaban la cabeza.31 Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.
32 Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y lo obligaron a llevar la cruz.33 Llegaron a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»).34 Allí le dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero, después de probarlo, se negó a beberlo.35 Lo crucificaron y repartieron su ropa echando suertes.36 Y se sentaron a vigilarlo.37 Encima de su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos».38 Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.39 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él:
40 —Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!
41 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos.
42 —Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él.43 Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”?
44 Así también lo insultaban los bandidos que estaban crucificados con él.
45 Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad.46 Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza:
—Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).
47 Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:
—Está llamando a Elías.
48 Al instante uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera.49 Los demás decían:
—Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
50 Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu.
51 En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas.52 Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron.53 Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:
—¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!
55 Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle.56 Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
16 Los soldados llevaron a Jesús al interior del palacio (es decir, al pretorio) y reunieron a toda la tropa.17 Le pusieron un manto de color púrpura; luego trenzaron una corona de espinas, y se la colocaron.
18 —¡Salve, rey de los judíos! —lo aclamaban.
19 Lo golpeaban en la cabeza con una caña y le escupían. Doblando la rodilla, le rendían homenaje.20 Después de burlarse de él, le quitaron el manto y le pusieron su propia ropa. Por fin, lo sacaron para crucificarlo.
21 A uno que pasaba por allí de vuelta del campo, un tal Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, lo obligaron a llevar la cruz.22 Condujeron a Jesús al lugar llamado Gólgota (que significa: Lugar de la Calavera).23 Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero no lo tomó.24 Y lo crucificaron. Repartieron su ropa, echando suertes para ver qué le tocaría a cada uno.
25 Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron.26 Un letrero tenía escrita la causa de su condena: «El Rey de los judíos».27 Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.29 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él.
—¡Eh! Tú que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes —decían—,30 ¡baja de la cruz y sálvate a ti mismo!
31 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes junto con los maestros de la ley.
—Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo!32 Que baje ahora de la cruz ese Cristo, el rey de Israel, para que veamos y creamos.
También lo insultaban los que estaban crucificados con él.
33 Desde el mediodía y hasta la media tarde quedó toda la tierra en oscuridad.34 A las tres de la tarde Jesús gritó a voz en cuello:
—Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).
35 Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban cerca dijeron:
—Escuchen, está llamando a Elías.
36 Un hombre corrió, empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera.
—Déjenlo, a ver si viene Elías a bajarlo —dijo.
37 Entonces Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró.
38 La cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.39 Y el centurión, que estaba frente a Jesús, al oír el grito y ver cómo murió, dijo:
—¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!
40 Algunas mujeres miraban desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé.41 Estas mujeres lo habían seguido y atendido cuando estaba en Galilea. Además había allí muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
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Practique las habilidades necesarias o temas previos para ayudar a prepararse para ministrar a los demás: