Lee un pasaje de las Escrituras y practiquen un canto de adoración.
7 Bendeciré al Señor, que me aconseja;
aun de noche me reprende mi conciencia.
8 Siempre tengo presente al Señor;
con él a mi derecha, nada me hará caer.
9 Por eso mi corazón se alegra,
y se regocijan mis entrañas;
todo mi ser se llena de confianza.
10 No dejarás que mi vida termine en el sepulcro;
no permitirás que sufra corrupción tu siervo fiel.
11 Me has dado a conocer la senda de la vida;
me llenarás de alegría en tu presencia,
y de dicha eterna a tu derecha.
Ministrar las necesidades de los demás en oración, consejo bíblico y ánimo.
Alentar la responsabilidad amorosa de obedecer a Jesús
Proyectar visión de quiénes pueden llegar a ser en Cristo o lo que Dios puede hacer a través de ellos.
Ejemplo: Juan 16 nos enseña que el Espíritu Santo está obrando activamente en los corazones de los que nos rodean. Él les está mostrando su pecado. Él está creando un deseo de estar de acuerdo con Dios. Él está creando un anhelo de evitar el miedo a la muerte, que es el juicio eterno. Está derribando las objeciones de sus mentes y corazones. Nuestro trabajo es pesca esas personas a través del testimonio, encontrando a aquellos cuyos corazones están listos. Animémonos los unos a otros recordándonos que el Espíritu ya está obrando antes de que vayamos.
La noche antes de que Jesús fuera crucificado, cenó con sus 12 discípulos más cercanos. Él les dijo que se iba, pero que iba a enviar al Consejero, el Espíritu Santo, para estar con ellos para siempre. Él les enseña que a través de la presencia del Espíritu Santo viviendo en ellos, Él mismo estará con ellos. Esta historia utiliza la imagen de una vid y sus ramas para describir cómo debería ser nuestra relación con Jesús.
1 »Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.2 Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía.3 Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado.4 Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.
5 »Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.6 El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman.7 Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá.8 Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.
9 »Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.10 Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.11 Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa.
Sin Jesús, no podemos hacer nada. Sólo podemos tener una vida fructífera cuando dependemos de Él y permanecemos en Él. Esto sucede cuando nos sometemos en obediencia a Sus caminos, permitiendo que su vida fluya dentro y a través de nosotros para que podamos dar fruto para la gloria de Dios. En otras palabras, necesitamos dejar que el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo, dirija y empodere nuestras vidas por fe.